Julio Vasquez.

Radio Renacer

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lunes, 17 de septiembre de 2012

Las ratas y las cuatro velas

Un joven piloto emprendió un largo viaje en un avioncito monomotor. Lejano ya de todo contacto, los instrumentos empezaron a dislocarse. Una rata a bordo roía los cables, ocasionando lecturas incorrectas. Era posible que tomara decisiones equivocadas que serían fatales.

 Al punto recordó el consejo del instructor: --Cuando encuentres ratas en tu vuelo, no trates de exterminarlas. ¡Elévate lo más que puedas, las ratas no resisten la altura! En ocasiones nos dejamos arrastrar por la desesperanza, consecuencia de situaciones que son como esas ratas, fantasmas creados por nuestros miedos. Hay que tomar distancia del suelo para tener visión limpia y dirigirnos hacia un universo pleno de posibilidades, orgullosos de que una rata no nos haya sacado de nuestro rumbo.


Cuenta una vieja historia que en cierta ocasión, cuatro velas se consumían lentamente. El ambiente silencioso nos permitía oír su diálogo. --¡Yo soy la Paz! -afirmó la primera. -A pesar de mi luz, las personas no consiguen mantenerme encendida. --Su llama disminuyó apagándose totalmente. Dijo la segunda: --¡Yo me llamo Fe! Soy innecesaria para las personas porque no quieren saber de Dios. - Una brisa sopló apagándola. Triste y cabizbaja dijo la tercera: ¡Yo soy el Amor! No tengo fuerzas para permanecer encendida.
 Las personas me quieren para ellas, olvidándose de los demás. --Y se apagó. La niña de los cuentos de hadas entró de repente y vio las tres velas apagadas, exigiéndoles que estuvieran encendidas y se consumieran hasta el final. En ese momento, la cuarta vela habló: --No tengas miedo, niña, en cuanto esté encendida podemos encender las otras velas. La niña tomó la vela de la Esperanza encendiendo las apagadas. “¡Nos queda la esperanza que es más fuerte!” hace cantar Paul Claudel a Juana de Arco sobre la hoguera, en el instante mismo en que aparentemente está vencida.
Y añade Shakespeare que el desdichado no tiene otra medicina que no sea la esperanza. Charles Péguy, uno de los principales pensadores católicos modernos, pone en boca de Dios palabras que también nos hará bien meditar: “Se me dice que hay hombres que trabajan bien y duermen mal, que no duermen. Qué falta de fe en mí.

Es casi más grave que no trabajasen pero que durmiesen, porque la pereza no es un pecado más grave que el ansia… No hablo, --dice Dios--, de aquellos hombres que no trabajan y que no duermen. Estos son unos pecadores, por supuesto... Hablo de los que trabajan y no duermen. Los compadezco. No tienen confianza en mí... Gobiernan muy bien sus asuntos durante el día, pero no quieren confiarme el gobierno durante la noche... Quien no duerme es infiel a la Esperanza...” “Cada vez que un hombre defiende un ideal, actúa para mejorar la suerte de otros, o lucha contra una injusticia, transmite una onda diminuta de esperanza” afirma Robert F. Kennedy.

 La vida traerá consigo afanes, secos desiertos, altas y bajas, pero lo último que podemos perder es la esperanza, aunque con tanta frecuencia sea lo primero. Vive, lucha, no te rindas. Que hoy el fuego de la esperanza encienda la llama de tu corazón. Que la vela de la Esperanza nunca se apague dentro de ti! Vuela alto, tan alto como tus sueños, y cuando sientas los vientos y los peligros, no mires para abajo, siempre mira hacia arriba, porque ese es el sitio al que perteneces. Juan Rafael -Johnny- Pacheco / casadeluzjn812@gmai Bendiciones y paz

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