Cuando me enteré de la muerte de mi amigo José Miguel Montero, solo atiné a llamar al periódico. Manuel Azcona, con voz entrecortada me lo confirma. La verdad es que no he podido apartar de mi memoria las instrucciones: “Brito, Brito, mande las notas temprano”. Nos adherimos al dolor de su distinguida familia. Espero que Dios pueda calmar esta profunda pena. “Brito manda eso ante de las ocho, apura que el director espera eso”. Así eran las llamadas que con mucha frecuencia me hacía el periodista José Miguel Montero. El 19 de julio, cuando visité la redacción, él salió de su cubículo y le hice una invitación para que venga a Bonao. Hacía planes de recibirlo en mi pueblo junto a su familia, porque me había ganado su aprecio. Yo me sentía muy orgulloso de tener un amigo y colega así. Yo también hice muy buena amistad con Montero a través de la vía telefónica, me saludaba y alguna broma me hacía. Fue un compañero fuera de serie, muy humano, solidario, respetuoso y con una personalidad única. A José Miguel Montero no podré olvidarlo nunca. Cuando le comenté que ya tenía un arma de fuego, me dijo que yo no tenía que usar eso, porque a mí todo el mundo me quiere. Acepté su sano consejo, y la guardé y ni la uso ya. Me cuesta trabajo aceptar que se apagó esa pluma inspirada de un noble comunicador que con su entrega y vocación, supo sembrar solidaridad y mucho cariño. Su trato y su afabilidad lo caracterizaron como una persona muy humilde, además de que con él aprendí la sagacidad para investigar una noticia. Desde que él ingresó a El Nacional, a través de la vía telefónica hicimos buena amistad. La muerte de Montero me ha afectado como afecta la partida de un familiar cercano o de esos amigos entrañables. ¡Cuán duro es ver partir a un gran amigo, que en los momentos difíciles estuvo a nuestro lado! Sinceramente, que nunca había tenido un amigo colega periodista con tanto valor humano. Atentamente, Tony Brito Bonao