Alguien dijo: “si algo es tuyo, déjalo volar. Si volando y en libertad vuelve a ti, entonces es tuyo. Si volando no vuelve, olvídalo, nunca lo fue”. Llega un momento difícil en la vida de aquellos que hemos criado hijos; ese momento es cuando ellos se creen “súper”, ya teniendo sus alas, consideran que lo único es volar. Pero nosotros, los que dimos todo por ellos, pasamos vergüenzas, luchamos contra el diablo para salvarle su hogar, dejamos de comer para vestirlos, y ahorramos para su futuro, se nos parte el alma dejarlos ir. Sobre todo, porque ya estamos viejos y no podemos rehacer nuevos hijos. La vida parecería no tener sentido, pero nos consolamos al verlos volar, pues para ello trabajamos. Es muy duro ver hijos que se consideran tan autosuficientes, que pasan por inadvertido nuestra presencia, y me voy más lejos, sólo nos consultan cuando expresamente nos necesitan, parece que se enojan cuando ven que los rodeamos. He visto como algunos ya tienen planes con la herencia que les corresponde y parecen estar dispuestos a hacer lo imposible para obtenerla rápido. He visto como los padres buenos son los que más fácil padecen ese proceso. Y he notado como los padres que vivieron al máximo sus vidas haciendo lo que les pareció descuidando sus familias, que ellos tienen mejor suerte con sus hijos. Claro está, no todo es así, de cada diez mil padre bueno, uno bueno no le pasa así. Qué injusta es la vida! Conozco hijos que sus padres bilógicos les negaron el nombre, solamente para no tener problemas con su matrimonio, y aun así, esos hijos los buscan y los quieren. Conozco padres que pusieron en juego todo para ayudar a hijos que no son sus hijos biológicos, y esos “hijos” luego le sacaron los ojos. Conozco hijos que le dieron mucha agua de beber a sus propias madres, mataron, robaron, usaron drogas, en fin, hicieron cosas aborrecibles, pero a ellos los tiene su madre, como súper hijos. Sin embargo, a aquellos que se preocuparon por honrar a su madre, la madre les desea hasta la muerte. Qué contrariedad! Creo que un padre bueno, debe ser justo con sus hijos y darle a cada uno lo que realmente se merece. De allí, que el padre debe desaparecer del ámbito de sus hijos y dejarlos solos, si ellos se creen los súper y menosprecian el valor de su padre viejo. Es honroso que un hijo esté al pié del padre cuando éste se enferma y hacer lo posible porque él tenga una larga existencia. Después de todo, la rueda recurrente de la vida viene y les cobra el capital más intereses. Yo perdí mi padre a los nueve años, ese vacío nadie lo llenó. Soy un sobreviviente de la época de la transición de la esclavitud negrera a la era de la educación sin golpes. Pocos momentos pasé con mi viejo padre sentado entre sus piernas y cuando vine a darme cuenta la muerte me lo quitó. Siento pena de aquellos hijos que deshonran a sus padres, y mayormente de aquellos cuyos padres, bilógicos o no, supieron ser buenos padres. Creo que los hijos deben volar llegado su tiempo, pero nunca volar para hacer nido sobre la cabeza de sus padres. La experiencia siempre da buenos consejos, y más aún, cuando esa experiencia viene de un padre amoroso y preocupado de sus vástagos. La Biblia dice: Efesios 6 (Reina-Valera Antigua) HIJOS, obedeced en el Señor á vuestros padres; porque esto es justo. 2 Honra á tu padre y á tu madre, que es el primer mandamiento con promesa, 3 Para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. Obviamente, hoy en día ya no se reconoce La Palabra de Dios, lo que impera son los gobernantes ladrones, la sociedad podrida y los jóvenes delincuentes. Si volviéramos a vivir esos tiempos de respeto y reverencia a nuestros padres, y que nuestros padres se vuelvan al camino de vivir con justicia y honor, no llevando dinero robado a las casas, dinero que por demás solo transmite maldición, tendríamos un futuro promisorio, y no lo que vemos hoy. Me despido con las palabras del apóstol Pablo: Efesios 6 (Reina-Valera Antigua) “23 Paz sea á los hermanos y amor con fe, de Dios Padre y del Señor Jesucristo.24 Gracia sea con todos los que aman á nuestro Señor Jesucristo en sinceridad. Amén”. Autor: Obispo Casimiro Tavárez