POR JOSÉ ANTONIO NÚÑEZ FERNÁNDEZ Vió la luz primera en Jamo, jurisdicción de La Vega. Se llamaba Juana Trinidad y desde su niñez dio luces e indicios de que iba a ser un legítimo virago. Por eso le encajaron “La Saltitopa”. En su niñez era vivaracha y saltarina. Se trepaba a los árboles para arrancarles las frutas y además le encantaba saltar de rama en rama con tarzánica destreza. Por lo de “Saltitopa” hay que pensar que aquellos que le adjudicaron el mote, quisieron manifestar que era una muchacha que “saltaba y topaba” o que a la inversa “topaba primero y saltaba después”. Rufino Martínez opinó de ella que: “socialmente simbolizó la mujer “marimacho”, y pendenciera. La virilidad que desbordaba su espíritu, con ocasión de la batalla del 30 de Marzo de 1844, no se le apagó nunca”. Esa batalla fue de suma importancia para la supervivencia de la República. En esa bélica jornada desempeñaron papeles estelares: Imbert, Valerio, Ángel Reyes, el artillero Reyes, Tito Salcedo y los valientes voluntarios de las vecinas comunidades. Precisamente, entre los voluntarios de La Vega andaba Juana Trinidad o la también nombrada “Juana Saltitopa”, porque uno de los jefes de los hombres de La Vega, el coronel Marcos Trinidad, era su primo hermano. Don Vetilio Alfau Durán tuvo algunas palabras, acerca de esta singular Juana, que siempre con coraje saltaba y brincaba. Don Vetilio expresó: “La heroica mujer que disparó balas y derramó perfumes en la batalla del 30 de marzo de 1844, en medio de cuyo fragor su sonrisa brilló con la gracia divina de un ensueño. Emulaba a los más valientes, enardeciendo las fibras del patriotismo y también con menosprecio de la vida, bajo lluvias de balas bajaba al río Yaque, en busca de agua para refrescar los cañones”. Con respecto al importante papel desempeñado por La Saltitopa, Arístides García Lluberes opina: “Tuvo suma importancia el papel de la artillería en la famosa jornada. Fueron las necesidades de aquella eficaz arma las que crearon las heroínas de la batalla. Juana Saltitopa fascina y obliga a que la secunde toda una cohorte de abnegadas santiagueras. ¿A dónde se dirigen? ¿Por qué estímulo son mandadas? Las santiagueras van a apagar la sed de los cañones, de los monstruos de bronce que caldeados por la violenta y prolongada faena, no podían ya seguir colaborando en la gran pelea. Esa valerosa Juana, esa legendaria Juana, soldadera sin miedo, que bajaba al Yaque a buscar agua para apagar la sed de los cañones. Esa brava aguatera que se llamó Juana Trinidad, Juana Saltitopa o “La Coronela”, muy bien merece que de ella dijera Francisco Pereyra: “Fue mujer con orgullo de soldado, que dejó para siempre conquistado: Un nombre ya inmortal para la historia. Después de la participación gloriosa de Juana Saltitopa en “La Batalla de Santiago”, vivió ella su vida a su manera. Vivió “La Coronela” en realidad de realidad, como un verdadero “virago”. No podía jamás “La Coronela” sustraerse a su temperamento inconfundible de una auténtica “marimacho”. Durante los dieciséis años que pasaron después del triunfo de la Gran Pelea de Santiago a orillas del Yaque, hasta que la asesinaron en Marilópez, cerca de Santiago en 1860, vivió Juana Saltitopa en forma liberal, independiente y sin temor al qué dirán. Vivió como a ella le dio su real gana. Gustaba de los bailes, jaranas y fandangos y de todas las cosas propias de los hombres, incluyendo los juegos de gallos. Andaba siempre armada de un filoso machete terciado a la espalda y acompañada de dos mujeres que eran sus “guaruras” o edecanes. Juana fue con orgullo de soldado, que dejó para siempre conquistado: Un nombre ya inmortal para la historia. ¡Juana Saltitopa: La Coronela!