Julio Vasquez.

Radio Renacer

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lunes, 9 de enero de 2012

La biblia en su casa.


En efecto, Dios no sometió a ángeles el mundo nuevo del cual estamos hablando.
Alguien dijo en algún lugar: ¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el Hijo del hombre para que lo tomes en cuenta?
Por un momento lo hiciste más bajo que los ángeles y luego lo coronaste de gloria y honor;
todo lo pusiste bajo sus pies. Como ven, todo le ha sido sometido, y no se hace ninguna excepción. Es verdad que, por el momento, no se ve que todo le esté sometido,
pero el texto dice: por un momento lo hiciste más bajo que los ángeles. Esto se refiere a Jesús, que, como precio de su muerte dolorosa, ha sido coronado de gloria y honor. Fue una gracia de Dios que experimentara la muerte por todos.
Dios, del que viene todo y que actúa en todo, quería introducir en la Gloria a un gran número de hijos, y le pareció bien hacer perfecto por medio del sufrimiento al que se hacía cargo de la salvación de todos;
de este modo el que comunicaba la santidad se identificaría con aquellos a los que santificaba. Por eso él no se avergüenza de llamarnos hermanos, cuando dice:
Señor, yo te daré a conocer a mis hermanos, en medio de la asamblea celebraré tu nombre.


Salmo
Sal 8, 2; 5; 6-7; 8-9


¡Oh Señor, nuestro Dios, qué grande es tu nombre en toda la tierra! Y tu gloria por encima de los cielos.


¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él? ¿qué es el hijo de Adán para que cuides de él?


Un poco inferior a un dios lo hiciste, lo coronaste de gloria y esplendor. Has hecho que domine las obras de tus manos, tú lo has puesto todo bajo sus pies:


ovejas y bueyes por doquier, y también los animales silvestres, aves del cielo y peces del mar, y cuantos surcan las sendas del océano.



Evangelio
Mc 1, 21-28
JESÚS ENSEÑA Y SANA A UN ENDEMONIADO

Llegaron a Cafarnaún, y Jesús empezó a enseñar en la sinagoga durante las asambleas del día sábado.
Su manera de enseñar impresionaba mucho a la gente, porque hablaba como quien tiene autoridad, y no como los maestros de la Ley.
Entró en aquella sinagoga un hombre que estaba en poder de un espíritu malo, y se puso a gritar:
"¿Qué quieres con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Yo sé que tú eres el Santo de Dios."
Jesús le hizo frente con autoridad:
"¡Cállate y sal de ese hombre!" El espíritu malo revolcó al hombre en el suelo y lanzó un grito tremendo, pero luego salió de él.
El asombro de todos fue tan grande que se preguntaban unos a otros: "¿Qué es esto? Una doctrina nueva, y ¡con qué autoridad! Miren cómo da órdenes a los espíritus malos ¡y le obedecen!"