Julio Vasquez.

Radio Renacer

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lunes, 23 de enero de 2012

El antiguo Testamento contiene la figura del nuevo.

La religión de la Ley tiene una sombra de los bienes por venir, pero no la verdadera figura de las cosas. Por eso no puede llevar a la perfección mediante los sacrificios a los que vuelven a ofrecerlos año tras año.
De otro modo quedarían puros de una vez gracias a su culto; ya no se sentirían culpables de ningún pecado y dejarían de ofrecer sus sacrificios.
Pero no, cada año estos sacrificios recuerdan sus pecados;
es que la sangre de los toros y de los chivos no tiene valor para quitar los pecados.
Por eso, al entrar Cristo en el mundo dice: Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, sino que me formaste un cuerpo.
No te agradaron los holocaustos ni los sacrificios por el pecado;
entonces dije: "Aquí estoy yo, oh Dios, como en un capítulo del libro está escrito de mí, para hacer tu voluntad".
Comienza por decir: No quisiste sacrificios ni ofrendas, ni te agradaron holocaustos o sacrificios por el pecado. Y sin embargo esto es lo que pedía la Ley.
Entonces sigue: Aquí estoy yo para hacer tu voluntad. Con esto anula el primer orden de las cosas para establecer el segundo.
Esta voluntad de Dios, de que habla, es que seamos santificados por la ofrenda única del cuerpo de Cristo Jesús.


Salmo
Sal 40, 2-4; 7-8; 10; 11


Esperaba, esperaba al Señor, él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor, me sacó de la fosa fatal del barro del pantano; puso mis pies sobre roca y aseguró mis pasos. Puso en mi boca un cántico nuevo, de alabanza a nuestro Dios. Muchos al verlo temerán y pondrán su confianza en el Señor.


No quisiste sacrificios ni ofrendas lo dijiste y penetró en mis oídos no pediste holocaustos ni víctimas. Entonces dije: "Aquí estoy, de mi está escrito en el rollo del Libro.


Publiqué tu camino en la gran asamblea, no me callé, Señor, tú bien lo sabes.


No encerré tus decretos en el fondo de mi corazón: proclamé tu fidelidad y tu socorro. No oculté tu amor y tu verdad en la gran asamblea.



Evangelio
Mc 3, 31-35
LA VERDADERA FAMILIA DE JESÚS

Entonces llegaron su madre y sus hermanos, se quedaron afuera y lo mandaron a llamar.
Como era mucha la gente sentada en torno a Jesús, le transmitieron este recado: "Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están fuera y preguntan por ti."
Él les contestó: "¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?"
Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, dijo: "Estos son mi madre y mis hermanos.
Porque todo el que hace la voluntad de Dios es hermano mío y hermana y madre."