El Papa Francisco explicó esta mañana que el pensamiento de la muerte no es algo que guste mucho pero que finalmente ilumina la existencia. Ante esta realidad, dijo, es importante recordar cuál es la mayor herencia que un hombre o una mujer puede dejar a sus hijos. Reflexionando sobre la primera lectura de hoy en la que el Rey David le pide a su hijo Salomón observar la ley de Dios, el Santo Padre afirma de este modo, el soberano que está a punto de morir enseña que “la herencia más bella y más grande que un hombre o una mujer puede dejar a los hijos es la fe”. “En cada vida hay un fin” y este es “un pensamiento que no gusta tanto”, que “siempre se encubre” pero que “es la realidad de todos los días”. Pensar “en el último paso” es “una luz que ilumina la vida”, “es una realidad que debemos tener siempre ante nosotros”, explicó el Papa “Cuando se hace testamento la gente dice: ‘A este le dejo esto, a este le dejo aquello, a este le dejo esto…’. Sí, está bien, pero la herencia más bella, la mayor herencia que un hombre, una mujer, puede dejar a sus hijos es la fe. Y David hace memoria de las promesas de Dios, hace memoria de su propia fe en estas promesas y se las recuerda a su hijo. Dejar la fe en herencia. Cuando en la ceremonia del Bautismo damos a los padres la vela encendida, la luz de la fe, les estamos diciendo: ‘Consérvala, hazla crecer en tu hijo y en tu hija y déjala como herencia’”. El Papa resaltó luego: “dejar la fe como herencia, esto nos enseña David, y muere así, sencillamente como cada hombre. Pero sabe bien qué aconsejar a su hijo y cuál es la mejor herencia que le deja: ¡no el reino, sino la fe!”. El Santo Padre alentó a los presentes a preguntarse: “¿Cuál es la herencia que yo dejo con mi vida?”: “¿Dejo la herencia de un hombre, de una mujer de fe? ¿Les dejo esta herencia a los míos?” “Pidamos al Señor dos cosas: no tener miedo de este último paso, como la hermana de la audiencia del miércoles –‘Estoy terminando mi recorrido y comienzo el otro’– no tener miedo; y la segunda, que todos nosotros podamos dejar con nuestra vida, como la mejor herencia, la fe, la fe en este Dios fiel, este Dios que está junto a nosotros siempre, este Dios que es Padre y jamás decepciona”. El Pontífice contó brevemente algo que le dijo una anciana religiosa en una de las audiencias de los miércoles que estaba presente para escucharlo: “En una de las audiencias del miércoles había entre los enfermos una monjita anciana, pero con un rostro de paz, con una mirada luminosa: ‘¿Cuántos años tiene usted, hermana?’. Y con una sonrisa: ‘Ochenta y tres, pero estoy terminando mi recorrido en esta vida, para comenzar el otro itinerario con el Señor, porque tengo un cáncer en el páncreas’. Y así, en paz, aquella mujer había vivido su vida consagrada con intensidad. No tenía miedo de la muerte: ‘Estoy terminando mi recorrido de vida, para comenzar el otro’. Es un pasaje. Estas cosas nos hacen bien”. A continuación la lectura en la que reflexionó el Pontífice esta mañana I Reyes 2:1-4, 10-12 1 Cuando se acercaron los días de la muerte de David, dio órdenes a su hijo Salomón: 2 «Yo me voy por el camino de todos. Ten valor y sé hombre. 3 Guarda las observancias de Yahveh tu Dios, yendo por su camino, observando sus preceptos, sus órdenes, sus sentencias y sus instrucciones, según está escrito en la ley de Moisés, para que tengas éxito en cuanto hagas y emprendas. 4 Para que Yahveh cumpla la promesa que me hizo diciendo: "Si tus hijos guardan su camino para andar en mi presencia con fidelidad, con todo su corazón y toda su alma, ninguno de los tuyos será arrancado de sobre el trono de Israel". 10 David se acostó con sus padres y le sepultaron en la Ciudad de David. 11 David reinó sobre Israel cuarenta años; reinó en Hebrón siete años; reinó en Jerusalén 33 años. 12 Salomón se sentó en el trono de David su padre y el reino se afianzó sólidamente en su mano.
jueves, 4 de febrero de 2016
Papa Francisco: Esta es la herencia más grande que se puede dejar a los hijos.
12:22 p. m.
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