En las últimas semanas hemos asistido a una nueva escena del quehacer político: la reelección del presidente de la República. La reacción ante tales propósitos ha sido a favor y en contra.
En el renglón de los que están a favor, percibo dos grupos: los que ocupan un puesto público, o los que han hecho alianza, tienen la esperanza de ser nombrados por el gobierno; y en el renglón de los que están en contra, descubro dos grupos: los que aspiran a un puesto por vía del voto, y los que cuidan la salud de la patria. En este último se inscribe quien suscribe.
La reelección en países como los nuestros, suele tener un alto precio. Necesita de recursos económicos que no salen de los bolsillos de los interesados, sino de los recursos de las arcas del Estado. Necesita de un amplio número de comunicadores que defiendan su obra de gobierno y justifique los errores y descuidos del gobierno, necesita de alianzas con otros partidos políticos. Por eso reitero que quien se embarca en proyecto reeleccionista arrastra consigo -si vence en las elecciones a sus contrincantes-, lo bueno y lo malo.
Cuando se quiere continuar en cualquier puesto político electivo, no se miden escrúpulos, se aplasta al contrincante, pues se introduce en el corazón humano, la ambición desmedida, la avaricia y la codicia. Los que están llamados a servir a los ciudadanos, una vez, colocados en sus puestos, algunos se prestan para enriquecerse. La avaricia es definida como el afán o deseo desordenado y excesivo de poseer riquezas para atesorarlas.
Nos urge otro tipo de mentalidad política. No basta el deseo de servir sino que también es necesario formarse, aquí haría falta una institución que forme a todo dominicano que quiere prestar un servicio a la nación
República Dominicana, no ha avanzado suficientemente, en lo político, en lo social y económico por el afán de eternizarse en el poder, fruto de la ambición desmedida.
Felipe de Js. Colón
viernes, 5 de febrero de 2016
Cegados por la ambición desmedida
10:45 a. m.
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