La Iglesia Católica advirtió que “el país pasa por uno de los momentos más violentos de su historia en cuanto a inseguridad ciudadana”, y reclamó la urgencia de que las autoridades asuman con mayor ahínco la responsabilidad de enfrentar ese flagelo.
Indicó que salir hoy a la calle es casi el momento preciso para dejar de existir, porque la delincuencia está creciendo a un ritmo tan vertiginoso que deja sin espacios para la convivencia pacífica.
“La muerte de un ser querido siempre es dolorosa y deja un vacío profundo, que el paso del tiempo va aliviando, pero la pena es mayor cuando esa persona nos la arrebata la violencia”, reflexiona.
Los religiosos plantean su preocupación, en el editorial de su semanario Camino, que desde este domingo circula en parroquias y puestos de expendios de impresos.
Entienden que, “no estamos preparados para soportar ese trance tan brusco, porque nacimos para ser felices, no para llevar a cuesta la angustia y la tristeza”.
Agregan, que por esta situación está atravesando la familia de la profesora Gioconda Milagros Pérez, de 22 años, la cual perdió la vida cuando unos delincuentes atracaron a su esposo para robarle un celular, en el sector Santa Cruz de Villa Mella, municipio Santo Domingo Norte.
Expresan, que la tragedia es mayor porque ella estaba embarazada de seis meses, el cual era su primer embarazo. Su muerte, además de consternarnos tiene que llevarnos a buscar caminos de paz.
Reprenden, “Jamás nos cansaremos de referir este derecho, porque ningún pueblo merece la desgracia de vivir en la incertidumbre del miedo y la congoja”.
Alientan a los dominicanos no permanecer indiferentes, o con la actitud derrotista de que nada se puede hacer, y que estamos condenados a este infierno.
Afirma, que resulta desesperanzador escuchar que miles de dominicanos que viven fuera de la patria, y un día soñaron con regresar para pasar los últimos años de su vida aquí, pero que han cambiado de opinión porque no quieren ser víctimas de los delincuentes.
“Llegó la hora de hacer una cruzada por la paz en cada comunidad de la geografía nacional”, y que desde el llano y la montaña resuene la voz de esperanza, de que es posible tener una República Dominicana en donde el día y la noche no sean una tentación.
Termina haciendo un llamado a que, “no sigamos contando los muertos que nos tiran a nuestros pies los delincuentes. Detengamos esta barbarie, se debe desterrar la delincuencia en todas sus manifestaciones, la que cometen los poderosos y los débiles”.