El Papa Francisco volvió a sorprender este lunes al abandonar inesperadamente los muros vaticanos y dirigirse a la localidad italiana de Greccio, en la provincia de Rieti, el lugar en donde San Francisco de Asís colocó el primer pesebre viviente de la historia en la noche de Navidad de 1223.
Allí también aprovechó para saludar a una multitud de jóvenes que participaban en un encuentro de la diócesis. “Buenas tardes”, comenzó diciendo a los jóvenes que no salían de su asombro por tener ante sí al Papa Francisco. “Me ha hecho entender (el obispo de la diócesis de Rieti, Mons. Domenico Pompili) que en estos días de Navidad era bueno venir a rezar a Greccio. Y por eso he venido a rezar. ¡Pero no me explico con qué mentira les ha traído a ustedes aquí!”, bromeó Francisco.
“En la vida hay muchas señales, muchas señales. Y en el Evangelio, cuando se habla del nacimiento de Jesús existen dos que me hacen reflexionar. Y querría que también ustedes reflexionen sobre esto”.
El Pontífice habló en primer lugar sobre la estrella de los Reyes Magos: “El cielo está lleno de estrellas, pero hay una especial, una estrella a la que le movía dejar muchas cosas y comenzar un camino que no sabía dónde le llevaría”. Una señal que dice que cuando “en nuestra vida encontramos alguna estrella especial nos llama a hacer algo más, algo bueno, a emprender un camino, a emprender una decisión”. Por eso, debemos pedir la gracia de descubrir “la estrella” que Dios quiere hacernos ver cada día, porque “esa estrella me conducirá a Jesús”.
La segunda señal sobre la que habló Francisco fueron los ángeles que indican al pastor donde ha nacido el Niño. Esto habla de la “pequeñez de Dios”: “Dios se ha ‘abajado’, se ha humillado para ser como nosotros, para caminar delante de nosotros. La pequeñez, la humildad: Dios que va contra el orgullo, la suficiencia, la soberbia. Y esta mansedumbre de un niño es la otra señal: ¿mi vida, es una vida mansa, humilde, que no huele mal, que no es orgullosa?”, preguntó el Papa a los jóvenes.
La última parte de su saludo la dedicó a los Reyes Magos. “Los Magos fueron astutos: se dejaron guiar por la estrella. Todo el esplendor del palacio de Herodes no les pudo engañar: ‘¡Aquí no está!’. Deseo que vuestra vida esté acompañada siempre de estas dos señales, que son un don de Dios: que no les falte a ustedes nunca la estrella y no les falte la humildad de redescubrir a Jesús en los pequeños, en los pobres, en los humildes, en aquellos que son descartados de la sociedad y también de la propia vida. Quería decirles esto”, concluyó el Pontífice.
Greccio está ubicada a unos 90 kilómetros de Roma y según informó el diario Avvenire de los obispos italianos, los únicos que sabían de la visita del Santo Padre eran el rector del Santuario del Pesebre y el Obispo de Rieti, Mons. Pompili.