“¡Vení, subí!”.Sólo dos palabras bastaron al Papa para sorprender a un viejo conocido en la Plaza de San Pedro. Este miércoles, durante su audiencia general y entre miles de fieles, Francisco divisó un rostro familiar. Era Fabián Báez, un párroco de su querida Buenos Aires. Sin pensarlo lo invitó a subir al papamóvil y el sacerdote no lo pensó dos veces. “¡Esta foto va a dar la vuelta al mundo!”, gritó Bergoglio entre risas.
Efectivamente, la imagen captó la atención mundial. Otro gesto de cercanía del pontífice, destacaron los medios internacionales. Pocos saben que cuando el Papa abrazó al sacerdote le susurró al oído: “¡Cómo me divierte!”. En entrevista con el Vatican Insider Báez contó los detalles de su viaje en papamóvil.
¿Cómo se dio el encuentro con el Papa?
Llegué apenas el martes por la noche a Roma y el miércoles por la mañana no tenía forma de entrar a la catequesis del Papa porque no sabía nada, ni dónde se buscaban los billetes de ingreso. Entonces fui a la Plaza y me quedé atrás de las vallas con la esperanza de verlo pasar en el papamóvil. Cuando pasó me vio y me reconoció. Yo grité mucho pero, con tanto grito, uno no sobresale. Me impresionó cómo la gente se pone tan efusiva con el Papa. Me vio y me dijo: “¿Qué hacés acá?”. Yo le grité que había venido a verlo. El papamóvil siguió, dio una vuelta y al regresar se paró, me llamó, me hizo saltar la valla y me dijo: “¡Vení, subí!”. Pensé que me iba a mandar a una sillita más adelante, en un mejor lugar. Pero no, me dijo: “¡Vení, subí al papamóvil!” Ahí lo saludé y le di un abrazo, me subí. No podía creer lo que estaba viviendo.
¿Y después qué pasó?
Me dijo riendo: “Esta foto va a dar vuelta al mundo”. Como me costó un poco saltar la valla después me hizo un chiste con respecto a mi dificultad para saltarla. Me dijo: “la próxima vamos a hacer vallas más chicas” o algo así. Fue muy gentil, me hizo entrar y pidió que me pusieran una silla cerca de él. Después me preguntó: “¿Tenés que irte? “Y yo le respondí que me quedaba hasta el final. Entonces replicó: “Bueno, te saludo después”. Me saludó, hablamos unos minutos, me preguntó por personas en común, conversamos de cosas personales. Nunca lo había visto o hablado con él desde que es Papa, así que fue una emoción muy grande.
¿Cómo es el Papa en acción?
Lo sentí un hombre feliz y con una gran fuerza de fe, eso me impresionó mucho, su cariño, su afecto. Realmente un representante de cristo, bueno, sereno, humilde. Creo que ese es su mensaje: ¡Vení, subí! Es el mensaje que le da al mundo, yo sentí eso. A mí me tocó un poco de lo que él está haciendo cuando llama al mundo a levantar al corazón, a ponerle esperanza. Lo vi muy bien, increíblemente fuerte porque la mañana fue maratónica y aún así estuvo saludando uno por uno durante dos horas, a cada enfermo, a cada persona. Yo estaba ya un poco cansado y él seguía, lo vi fantástico.
¿Qué relación tenías con él cuando estaba en Buenos Aires?
Siempre fue mi obispo, él me ordenó, era una relación de obispo y sacerdote pero con su sello especial. Él siempre fue un hombre muy cercano y con quien se podía hablar de todo, especialmente en los momentos difíciles se sentía su presencia. Cuando murió mi padre inmediatamente me llamó; detalles como ese. Para mí él nunca dejó de ser un sacerdote. Sí, era mi obispo y era el cardenal pero en el trato siempre fue de sacerdote a la mano, muy afectuoso. Esperaba verlo ahora, pero todo esto jamás lo imaginé.
¿Bergoglio evolucionó desde que se convirtió en Papa?
No creo que se pueda hablar de evolución, yo creo que él ahora es con todo el mundo como era antes en los grupos de intimidad. Cuando estaba en confianza era así, se reía, hacía chistes. Me parecía que era bastante tímido ante las multitudes o en las misas; esa era la impresión que tenía yo antes: que era muy afable en grupos chiquitos, en diálogos de confianza, era divertido, alegre, simple y un poco retraído en las multitudes.
¿Qué aporte da la Argentina a la Iglesia universal a través de Francisco?
No lo se, puedo decir qué le está dando él a la Argentina. Me parece hermoso que la Iglesia tenga un Papa del “fin del mundo” como dijo cuando asumió, eso demuestra el corazón universal de la Iglesia. La Iglesia no es un esquema de lucha de poder, como alguno puede pensar. Si fuese así un arzobispo casi jubilado, de 76 años, de una diócesis del fin del mundo no sería elegido Papa. Evidentemente existe otra racionalidad en la Iglesia. Lo que él aporta es su simpleza, su cercanía, eso se nota y se transparenta. Él a la Argentina le está enseñando la cultura del encuentro, del diálogo, de sanar heridas, de no poner el acento en las cosas que nos separan sino en las que nos unen. Yo espero en mi corazón que los argentinos esto lo podamos comprender, que podamos superar las internas, las divisiones, eso que tanto pesa en nuestra patria. En ese aspecto él es el signo de algo nuevo.
Por
Andrés Beltramo.