Su Santidad Francisco con motivo de la Jornada Mundial de la paz, nos ha enviado un mensaje donde nos invita a construir los fundamentos de la fraternidad. El papa esta convencido que solo los lazos de fraternidad proporcionan caminos de paz.
Para construir los pilares de la fraternidad, es necesario iniciar en la familia, la fraternidad se aprende en el seno familiar, es la primera escuela. La familia es la fuente de toda fraternidad, y por eso es también el fundamento y el camino primordial para la paz.
La crisis económica, la negación del derecho a la vida y la libertad religiosa, las guerras armamentísticas, el rechazo al diálogo, la acentuada desigualdad social, pobreza creciente e injusticias revelan no solo una profunda falta de fraternidad sino también la ausencia de una cultura de la solidaridad. Las guerras con “armas” o con “la lengua”, constituyen una herida infligida a la fraternidad.
Hacerse prójimo, es preocuparse por el otro. Hemos de evitar que nos arrope las nuevas ideologías caracterizadas por un difuso individualismo, egocentrismo y consumismo materialista, pues estas actitudes debilitan los lazos sociales, fomentan la debilidad del “descarte”, que lleva al desprecio y al abandono de los más débiles.
La fraternidad es una dimensión esencial del hombre, que es un ser relacional, necesita de los demás para satisfacer sus necesidades básicas, solo, quedaría perdido en las llanuras y vericuetos de la vida, interactuando en el servicio generoso, encuentra su realización humana.
La vocación del hombre a la fraternidad la presenta luminosamente la Sagrada Escritura. En la historia de la primera familia compuesta por Adán y Eva, que luego procrearon a Caín y Abel (cf. Gn 1,26). Aquí aparece la génesis de la sociedad, la evolución de las relaciones entre las personas y los pueblos.
Este cuadro familiar representa todas las familias del mundo. Abel, es el pastor; Caín, es el labrador. Uno dirige, y el otro labra la tierra. El primero trepa su mirada hacia el firmamento observando si todas las ovejas están dentro del territorio, el segundo mira hacia abajo para precisar donde lanza el pico para la estocada. Abel representa el hombre que mira el conjunto, Caín representa el hombre de mirada corta. Abel necesita de Caín, y Caín necesita de Abel. Son hermanos, y cada uno realiza actividades diversas, tienen cada uno un modo propio de relacionarse con Dios y la creación. De repente, Caín, de modo inexplicable se dejó arrastrar por la envidia, no conforme con el don recibido de Dios, quería ocupar la posición de su hermano Abel, y en un arranque de ira, le arrebató la vida. (Gn 4,4-5).
Caín deja constancia trágicamente del rechazo radical de la vocación a ser hermano. Caín, lleno de envidia, no le importó que Abel fuera su hermano. Niega a reconocerlo como hermano, a relacionarse positivamente con él, a vivir ante Dios asumiendo sus responsabilidades de cuidar y proteger al otro.
Cuando Dios le pregunta: “¿Dónde está tu hermano?”. No era que Dios lo ignoraba, solo quería probar la sinceridad y arrepentimiento de Caín. Su respuesta fue arrogante, evasiva, y ocultó la verdad: “¿acaso soy yo guardián de mi hermano?” (Gn 4,9). Caín no quiso ser protector de su hermano, con su respuesta “Caín salió de la presencia del Señor” (Gn 4,16). Que es lo mismo decir, Caín dejó el paraíso terrenal, y se instaló en las oscuridades del bajo mundo. Anímate a fraternizar, solo así surcamos los caminos de la paz.
Felipe de Js. Colón