El don de ser hijos de Dios no se puede «vender» por un malentendido sentido de la «normalidad» que conduce a olvidar su Palabra y a vivir como si Dios no existiese. Es la reflexión que Papa Francisco ha propuesto esta mañana durante la homilía de la Misa presidida en Casa Santa Marta. La tentación de querer ser «normales», cuando se es hijos de Dios. Que en sustancia quiere decir ignorar la Palabra del Padre y seguir una palabra solo humana, la «palabra de la propia voluntad», eligiendo, en cierto modo, vender el don de la predilección para sumergirse en una «uniformidad mundana».
Alejarse de la uniformidad mundana
«La normalidad de la vida exige del cristiano la fidelidad a su elección y no venderla para ir hacia una uniformidad mundana. Esta es la tentación del pueblo, y también la nuestra. Muchas veces, olvidamos la Palabra de Dios, lo que el Señor nos dice, y tomamos la palabra de moda ¿no? También la de la telenovela está de moda, tomemos esa ¡es más divertida! La apostasía es el pecado de la ruptura con el Señor, pero es clara: la apostasía se ve claramente. Esto es más peligroso: la mundanidad, porque es más sutil».«Es verdad que el cristiano debe ser normal, como normales son las personas», reconoce Papa Francisco, «pero, insiste, hay valores que el cristiano no puede tomar para sí. El cristiano debe retener sobre sí la Palabra de Dios que le dice: ‘Tú eres mi hijo, tú eres elegido, yo estoy contigo, yo camino contigo'». Resistiendo por tanto la tentación, como en el episodio de la Biblia, de considerarse víctimas de «un cierto complejo de inferioridad», de no sentirse «un pueblo normal».
Corazón endurecido
«La tentación llega y endurece el corazón y cuando el corazón es duro, cuando el corazón no está abierto, la Palabra de Dios no puede entrar. Jesús decía a los de Emaús: ‘Necios y lentos de corazón'. Tenían el corazón duro, no podían entender la Palabra de Dios. Y la mundanidad reblandece el corazón, pero mal: ¡nunca es bueno tener el corazón blando! Lo bueno es el corazón abierto a la Palabra de Dios que la recibe. Como la Virgen, que meditaba todas estas cosas en su corazón, dice el Evangelio. Recibir la Palabra de Dios para no alejarse de la elección». Pidamos entonces, concluye el Papa Francisco, «la gracia de superar nuestros egoísmos: el egoísmo de querer hacer mi voluntad, como yo quiero».«Pidamos la gracia de superarlos y pidamos la gracia de la docilidad espiritual, es decir abrir el corazón a la Palabra de Dios y no hacer como hicieron nuestros hermanos, que han cerrado el corazón porque se habían alejado de Dios y desde hace tiempo no escuchaban y no entendían la Palabra de Dios. Que el Señor nos dé la gracia de un corazón abierto para recibir la Palabra de Dios y para meditarla siempre. Y desde allí tomar el verdadero camino».