Juan Núñez Collado.
¿Qué se entiende por violencia institucional?
Es la violencia que se impone a los ciudadanos desde el mismo Estado por complicidad, por el incumplimiento de la Constitución, leyes y sus respectivos reglamentos que norman la vida en sociedad.
Se dice que ante Dios y la ley “todos somos iguales”. ¿Por qué los ciudadanos se someten a la autoridad legal y legítimamente constituida?
Nos sometemos buscando seguridad y protección de los más débiles frente a los poderosos, que cuando tienen poder político, económico y social tienden a abusar de estos poderes para imponerse a los más débiles en una especie de “Ley de la Selva”, que dice: “Porque soy poderoso actúo como el león que muerde y devora para mantenerse como el rey de la selva”.
Por esta razón cuando un Poder cualquiera de los tres, sea el Ejecutivo, Legislativo o Judicial, se desvía usando estos poderes de forma espuria para favorecer “grupos económicos especializados”, no en la sana competencia, sino que se las arreglan para promover y desarrollar monopolios u oligopolios, que son promotores netos del crimen, la corrupción y la violencia institucional, se manda una señal muy negativa a toda la ciudadanía.
Cuando un gobernante viola impunemente la Constitución y las leyes está enviando un mensaje negativo a todos los estamentos de la sociedad, incluyendo las instituciones de seguridad pública, como la Policía, la Dirección General de Control de Drogas, el Ejército y la Marina de Guerra.
Por esta razón la mejor forma de combatir la violencia, el crimen y la delincuencia en todas sus manifestaciones es que reconozcamos con humildad que los malos ejemplos dados desde las más altas esferas del Poder Ejecutivo, como en el caso de la Sun Land. Desde el Senado y la Cámara de Diputados cuando aprobaron por intereses espurios el “tristemente célebre” contrato de la “Barrick Gold”, sin leerlo y cuando el Ministerio Público se comporta de forma selectiva a la hora de actuar frente a criminales vinculados a estamentos de poderes militares y oficialistas, se mandan señales muy negativas a todo el resto de la sociedad.
Sabemos que la criminalidad y la violencia en todas sus manifestaciones obedecen a factores múltiples y diversos, pero si queremos erradicar el mal del cuerpo, tenemos que tratar de que el cerebro y la cabeza en general sean bien saneados.
Seamos más realistas. La ley sin sanción no entra en la razón. Para combatir real y efectivamente la violencia tenemos que volver al imperio de la ley y que ésta sea respetada por todos, empezando por los que cuando toman posesión de mando cada 4 años el 16 de agosto: “Juran cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ésta se derivan”. El clientelismo político es una forma de violencia institucional, porque en vez de los gobernantes construir ciudadanía mediante la educación y desarrollo de una conciencia cívica, ética y moral, promueven el parasitismo que da a los ciudadanos alguna limosna insuficiente para negarle olímpicamente lo que por derecho natural les pertenece, como es el derecho a una educación de calidad, a una alimentación adecuada, al trabajo y a un techo digno.
Recordemos que si el padre da el mal ejemplo a sus hijos, pierde toda autoridad moral para corregirlo.
sábado, 1 de octubre de 2011
La peor violencia es la institucionalidad
9:43 a. m.
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