No maltratarás, ni oprimirás a los extranjeros, ya que también ustedes fueron extranjeros en tierra de Egipto.
No harán daño a la viuda ni al huérfano.
Si ustedes lo hacen, ellos clamarán a mí, y yo escucharé su clamor,
se despertará mi enojo y a ustedes los mataré a espada; viudas quedarán sus esposas y huérfanos sus hijos.
Si prestas dinero a uno de mi pueblo, al pobre, que tú conoces, no serás como el usurero, no le exigirás interés.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás al ponerse el sol,
pues este manto cubre el cuerpo de tu prójimo y protege su piel; si no, ¿cómo podrá dormir? Si no se lo devuelves, él clamará a mí, y yo lo escucharé porque soy compasivo.
Salmo
Sal 18, 2-3; 3-4; 47; 51
Yo te amo, Señor, mi fuerza, El Señor es mi roca y mi fortaleza; es mi libertador y es mi Dios, es la roca que me da seguridad; es mi escudo y me da la victoria.
El Señor es mi roca y mi fortaleza; es mi libertador y es mi Dios, es la roca que me da seguridad; es mi escudo y me da la victoria. Invoco al Señor que es digno de alabanzas, y me veo libre de mis enemigos.
¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca! ¡Ensalzado sea el Dios que me salva!
tú que a tu rey das victoria tras victoria, y sigues con tus favores a tu ungido, a David y a su descendencia para siempre.
Segunda Lectura
1Tes 1, 5-10
El Evangelio que les llevamos no se quedó sólo en palabras, sino que hubo milagros y Espíritu Santo, dejándoles plena convicción. Y tampoco han olvidado cómo nos portamos entre ustedes y en atención a ustedes.
A su vez ustedes se hicieron imitadores nuestros y del mismo Señor cuando, al recibir la palabra, probaron la alegría del Espíritu Santo en medio de fuertes oposiciones.
De este modo pasaron a ser un modelo para todos los creyentes de Macedonia y de Acaya.
De hecho, a partir de ustedes la palabra del Señor se difundió en Macedonia y Acaya, y más allá aún. Su fe en Dios se comenta en tantos lugares que no necesitamos decir más al respecto.
Todos hablan del éxito que tuvimos entre ustedes y de cómo se pasaron de los ídolos a Dios. Pues empezaron a servir al Dios vivo y verdadero,
esperando que venga del cielo el que nos libera del juicio que se acerca: éste es Jesús, su Hijo, al que resucitó de entre los muertos.
Evangelio
Mt 22, 34-40
Cuando los fariseos supieron que Jesús había hecho callar a los saduceos, se juntaron en torno a él.
Uno de ellos, que era maestro de la Ley, trató de ponerlo a prueba con esta pregunta:
"Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la Ley?".
Jesús le dijo: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.
Este es el gran mandamiento, el primero.
Pero hay otro muy parecido: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Toda la Ley y los Profetas se fundamentan en estos dos mandamientos."
domingo, 23 de octubre de 2011
La lectura para hoy.
12:57 p. m.