Virgilio Sánchez
No hay dudas de que la mujer dominicana ha logrado en las últimas décadas avances en el desempeño de las múltiples funciones laborales, profesionales y de negocios con la misma dinámica de la nación dominicana.
El conjunto de las posiciones alcanzadas en las actividades empresariales y el quehacer de la política y los negocios, por ejemplo, son derivados de un esfuerzo continuo en la búsqueda de una mejor calificación académica y profesional, lo que le ha permitido ocupar cimeros espacios sociales en un entorno de competitividad.
Pero también se puede observar que la mujer dominicana aún se ve afectada por situaciones de discriminación, marginación y violencia de género, lo que le impide continuar fortaleciendo sus roles sociales, en términos de mejores aportes que estimulen el progreso y el bienestar colectivo de los dominicanos.
Uno de los factores más preocupantes que debe ser motivo de una vital reflexión, es el alto número de dominicanas victimas de daños, que dejan enormes contingentes de niños y niñas, atrofiados por la carencia del calor materno de sus madres.
En ese sentido, es un imperativo de la sociedad dominicana promover todas las iniciativas, las ideas y las acciones públicas y privadas, tendentes a fortalecer el cuidado, la protección y el bienestar de la mujer, y con ello, el de las familias dominicanas.
En otras palabras, hay que disminuir y detener los maltratos y los abusos de que son víctimas las mujeres, por hombres irreflexivos y trastornados, que se valen del poder de su fuerza física para llevar a cabos sus odiosas agresiones a sus compañeras.
Asimismo, la nación dominicana requiere impulsar también que la mujer dominicana disponga de mejores oportunidades para el acceso a los recursos productivos, para disminuir los crecientes niveles de pobreza y desnutrición en que viven millones de nuestras mujeres de campos y ciudades.
Ante esa situación, estudios recientes de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), reseñan que por la falta de acceso al recurso tierra, tecnología, financiamiento, así como otros factores necesarios para impulsar la producción alimentaria, millones de mujeres en la región latinoamericana sufren hambre y desnutrición que empeoran sus posibilidades de salir de la marginalidad y la pobreza en que viven.
Según el estudio de la FAO, sólo en las naciones que buscan un espacio en el tren del desarrollo, hay 906 millones de mujeres que sufren desnutrición, y ¨desesperanza de salir adelante en las exigentes y competitivas sociedades en que nos desenvolvemos¨, agregamos nosotros.
El estudio de organismos internacional, en palabras de su director, Jacques Diouf, sostiene que erradicar la discriminación de las mujeres en el ámbito de la producción agroalimentaria, sería un factor clave para ganarle la batalla al hambre y la desnutrición que padecen nuestras mujeres en la región.
Una valiente aspiración que debería ser asumida por el liderazgo político y social de la Latinoamericana, para impulsar con entereza y correcta decisión, políticas y acciones que fortalezcan el bienestar, la dignidad y el cuidado de nuestras madres, esposas y hermanas de nuestras naciones.
El autor es médico y concejal por Santiago
domingo, 27 de marzo de 2011
Por el cuidado de la mujer
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