Julio Vasquez.

Radio Renacer

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lunes, 23 de diciembre de 2013

Anhela el milagro de la Nochebuena

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    La miseria y la impotencia son sus compañeras permanentes. El hambre de sus seis vástagos es su mayor dolor. “Cuando uno se levanta y no encuentra para dar de comer a sus hijos, eso es doloroso”, asegura llorora Octavia Cuevas Encarnación.
    Descalza, desnutrida, con un niño de ocho meses en su vientre y otros 6 hijos a su alrededor, la pobreza la consume. Yolanda, como la conocen en el sector 27 de Febrero, cuenta con dolor la dura realidad que le ha tocado vivir.
    Preparar la cena en Nochebuena es un sueño para Octavia Cuevas, pues si su esposo, que es un “chiripero” no lleva algo para comer, la estufa no se enciende.
    Cuenta que sus vecinos se compadecen y le regalan alimentos y útiles para que sus hijos puedan ir a la escuela y alimentarse.
    “Cuando me dicen mami tengo hambre, y yo no tengo que darles, es es dolo...”, se corta su voz, mientras las lágrimas recorren su rostro.
    Dice que hay días que desayunan, mas no comen, ni cenan, por lo que con su embarazo tiene anemia y por falta de dinero no puede comprar las vitaminas.
    “Esta Navidad no se qué haré, porque no cuento con dinero, ni siquiera para comprar ropa y zapatos a mis hijos que están descalzos, mucho menos para hacer algo de cena ese día”. Llevarse a la boca una manzana en Nochebuena es como un milagro.
    Pobreza
    Tres de sus hijos duermen en una base deteriorada, cubierta con tela y sin colchón, los otros tres junto a ella en una cama maltratada por los años, mientras su cónyuge duerme en el piso de la pequeña casa alquilada.
    Lo poco que poseen es regalado. Solo cuentan con una mesa, algunos enseres de la cocina, estufa, tanque de gas y una lavadora rota que sirve para lavar de vez en cuando.
    “Lo que tengo me lo dieron, porque yo cocinaba en un anafe”, dice con pesar por su condición.
    A la dama, de 35 años, oriunda de Neiba, provincia Bahoruco, le ha costado conseguir empleo, pues dice que no ha podido educarse y por eso no le dan oportunidad.
    “El que no estudia le va difícil en la vida, yo no pude hacerlo y por eso quiero que mis hijos tengan otra vida”, expresa.
    Asegura que varias veces ha intentado buscar empleo limpiando casas, lavando y de otras maneras, pero en muchas viviendas la han rechazado.
    Su esposo, Rafael Sánchez, tampoco trabaja, por lo que pasa los días “chiripiando” en las calles para mantener a sus seis hijos, uno de ellos con una hernia umbilical que desde los cuatro años de edad debió ser operada, pero por falta de recursos aun no ha podido concretarse.
    “Mi niño tiene una hernia en el ombligo y sufre mucho porque los demás niños se burlan de él”, lamenta Octavia o Yolanda, como le llaman sus vecinos, tras explicar que desde los cuatro años ñhoy con sieteñ el niño no ha podido ser operado.
    Otra preocupación de esta familia es la falta de dinero para pagar el alquiler de la pequeña casa con un baño sin techo en donde viven, ubicada en el barrio 27 de Febrero, calle Santa Rita, número 56.
    Deben varios meses, por lo que se vencieron los depósitos y ya no tienen con qué pagar mensualmente 2,500 pesos, además de la factura de energía eléctrica que deben a EdeEste.
    “Nosotros estamos en un momento difícil, muchas veces los niños van para la escuela y no encuentro que darles, por eso quiero que salgan adelante y que no pasen trabajo”.
    La familia de Yolanda vive en Neiba, con igual situación de pobreza que ella. Su hermano menor sufre de algún trastorno mental que por falta de recursos no ha sido tratado, mientras sus padres comen de los frutos de un pequeño conuco.
    Ella, sus seis hijos y el vástago que espera, confían que este año podrán pasar una nochebuena distinta, gracias a la generosidad de los dominicanos.
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    LOS NIÑOS SON LOS MÁS VULNERABLES

    Sueños Sus zapatos están rotos y su poca ropa vieja, pues toda su vestimenta es donada por vecinos al igual que sus uniformes y cuadernos. Para estudiar tienen que pedir prestados libros y muchas veces dinero para buscar las tareas en algún centro de internet. Tienen dos niños, de cinco, siete, 11, 14 y 16 años, los dos mayores en octavo grado y los demás en tercero, segundo de primaria y preescolar.
    Sueñan con ser profesionales y ayudar a sus padres, pues están conscientes del sacrificio y su amarga situación. Su inteligencia es evidente, aunque sus rostros expresan tristeza. En la casa no había evidencia de algún juguete y su situación económica no los deja soñar con tener uno el Día de los Reyes Magos.
    La cena en Nochebuena, no la conocen, salvo lo que ven en el vecindario y lo que cuentan sus amiguitos de la escuela Básica Unida 27 de Febrero.
     
    Katheryn Luna
    katheryn.luna@listindiario.com
    Santo Domingo