Juan Rafael -Johnny- Pacheco.
Uno lee y lee y se encuentra con cosas demasiado preciosas como para no aprovecharlas. Así me ha pasado con un texto de autor desconocido, que en su momento guardé y ahora comparto. Dice así:
“La culpa es una carga demasiado pesada. Te hace sentir triste e infeliz.
No te deja dormir porque constantemente tu conciencia te lleva a enfrentarte con la realidad de tu falta, delito o pecado. Vivir de esa manera con resentimientos, miedos y culpas no es vida. Es como vivir esclavo y preso de tus errores, más aún, es como vivir un infierno interno.
Hoy puede ser un día diferente para ti. Así como un ladrón al lado de la cruz de Jesús reconoció sus pecados y pidió perdón, tú puedes recibir ese perdón y ser libre de esa culpa. Jesús, mediante su sangre preciosa, al morir en la Cruz, murió por nuestros pecados y no sólo eso, sino que por esa preciosa sangre nos lava, purifica y redime. Con sólo aceptarlo, puedes comenzar a experimentar el perdón en tu corazón.
Existen cosas por las que todavía puedes hacer algo. Errores que puedes enmendar y si es así, no debes perder más tiempo, sino hacerlo. Mientras más pronto lo hagas, mejor será para ti. Se siente tan rico experimentar la verdad y la libertad desde lo más íntimo de nuestro ser.
La buena noticia es que Dios, con su grúa de perdón y gracia, puede remover los escombros más pesados de la vida de cualquier ser humano. Él allana el terreno de tu vida para que puedas construirla sobre cimientos sólidos.
¿Quieres pasar tu vida cargando con ese peso? ¿Sintiéndote culpable aún por cosas de las que realmente no tienes culpa o que ya Cristo te perdonó, o deseas recibir en tu corazón ese hermoso regalo que Dios te ofrece hoy?
Ese perdón lo puedes recibir con un corazón humillado y sincero; está tan accesible a ti como que hagas una oración a Jesús confesando tus culpas y todo lo que sientas que debes decirle a Él, mediante el Sacramento del Amor que es la confesión.
¡Ánimo, hoy es el día de recibir perdón, esperanza y vida nueva!”
Muchos tienen la idea errada de que confesarse es algo complicado. Sin embargo, aunque ya hayas olvidado cómo hacerlo, quizás por haber quedado muy atrás aquellos días de tu Primera Comunión, basta con acercarte a un sacerdote. Puedes estar seguro que serás acogido con amor y guiado paso a paso a que recibas el perdón de Dios.
Momento precioso del sacramento es la absolución. Estar ahí junto al sacerdote y oírle decir, en nombre de Dios, “Yo te absuelvo en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo…” Es el momento preciso en el que uno siente que está empezando a flotar entre las nubes, la mente despejada, el corazón galopando de gozo y alegría, las manos limpias, el camino abierto por delante y volver a nacer, volver a empezar, volver a tratar, volver a vivir, volver a sentirse fortalecido y seguro de la ayuda de Dios en nuestra lucha constante, permanente, contra el pecado, que tanto le ofende y que llevó a Jesús a la Cruz.
Anda. Decídete. Si ya no puedes más, no lo dejes para luego… que quizás luego ya sea demasiado tarde.
Bendiciones y paz.
sábado, 8 de octubre de 2011
¡Es que ya no puedo más!
9:19 p. m.