Julio Vasquez.

Radio Renacer

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martes, 9 de octubre de 2007

Pelota Dominicana

Estoy loco? Puede ser. ¿Las Águilas mejores que los Yankees? Sí, creo que sí. ¿Licey mejor que los mulos del Bronx? Definitivamente. Aún equipos de bajo presupuesto como los Gigantes y los Azucareros, me lucen mucho mejores que equipos débiles de la MLB como los Devilrays de Tampa o los Cubs de Chicago.

Antes de que empiecen a llamar al César Mella o a Pedro Pablo Paredes, reputadísimos psiquiatras dominicanos, permítanme decir que lo que yo creo lo creo en mi íntima convicción. Usted puede estar de acuerdo o no, pero si usted es dominicano y le duele algún equipo del sexteto que nos entretiene, probablemente estará de acuerdo.

La pelota dominicana envuelve en un embrujo magistral en una forma u otra a casi todos los dominicanos, y a los que no (si acaso hay alguno), seguramente son personas terriblemente aburridas, sin razón de ser en la vida, mojigatos empedernidos que no logran abrazar la menor de las pasiones... en resumen: a quien no le gusta nuestra pelota debería pagar 25% de ITEBIS, e impedírsele alcanzar orgasmos mientras dure cada torneo.

Una de las primeras preguntas de rigor que se le debe hacer a un pana que recién uno conoce es "¿de qué equipo tú eres?"... O, como hago yo: "¿Tú eres inteligente o liceísta?". Hay un sentimiento de comunidad que se forja entre los que comparten la afición por el mismo equipo. En la calle, he visto muchas veces que un conductor (sobre todo taxi o de concho) se atraviesa frente a mí y tengo que frenar, y dependiendo de la banderita que cargue, lo perdono (si es aguilucho) o le digo un "tenía que ser un mardito liceísta, ¡anormal!".

Lo mismo que con las parejas... no hay vaina más complicada que tener una novia de otro equipo, porque no se puede dar cuerda, hay que estar pendiente del desempeño de su equipo para saber cómo entrarle al día siguiente... sé de casos en los que el acceso a la concavidad intrapiernosa puede estar supeditado a la victoria del equipo de la dueña de la concavidad, o a la derrota del equipo del dueño del instrumento que se quiere introducir en la concavidad. ¿Hablé claro? Por suerte que ese no es mi caso actualmente

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