Julio Vasquez.

Radio Renacer

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jueves, 21 de noviembre de 2013

La prepotencia de un funcionario público vs el futuro de un joven dominicano ¿Cuál tiene más valor?

Mi nombre es David. Tengo 22 años y soy estudiante de Derecho de la Pucmm. Como millones de jóvenes dominicanos, me encuentro en la fase de preparación para lo que será el futuro de mi vida. Cuando uno sale del colegio y de la universidad, sale con nuevos bríos para enfrentar los retos de la vida y tratar de abrirnos camino como personas útiles en la sociedad en que vivimos. Salimos con todas las ganas de echar “pa lante”.
Yo estudié el derecho porque encuentro que es una carrera que abre muchas oportunidades además de que siempre me ha interesado las leyes y la defensa de los derechos de las personas. Sin embargo, mi verdadera pasión es la política. Por circunstancias de la vida, ya he tenido muy malas experiencias, especialmente con políticos de nuestro país, sin embargo, no pierdo la esperanza de que algún día pueda servirle a mi país como servidor público, y más aun después de la experiencia vivida que a continuación les contaré.
Como estudio derecho, comencé a trabajar en un famoso bufete de la capital. Allí trabajé durante casi dos años, los cuales me sirvieron de mucha experiencia para el desarrollo de mi carrera. Confieso que el ambiente con el que allí se trabaja no es muy agradable, pues el jefe del bufete no es una persona que podamos definir como agradable. No obstante a eso, lo que se me enseñaba allí compensaba el mal ambiente de trabajo. Durante mi estancia en dicho bufete, puedo decir orgullosamente que trabajé como una mula. Supe levantarme a las 4 am para coger una guagua con destino a Montecristi, pues mi oficio de paralegal así lo requería. Cogí voladoras, conchos, motoconchos, todos en diferentes pueblos, trabajaba horas extras sin cobrar ni un solo pesos, muchas veces ponía de mi propio bolsillo lo que faltase para completar las llamadas “diligencias”, en fin, como ya mencioné antes, supe trabajar como una mula. Debo aclarar en este punto que en mis casi dos años de trabajo, nunca me vi envuelto en ningún incidente, siempre me comporté con altura y respeto. Mi sueño era llegar a convertirme en abogado del bufete algún día.
Próximo a cumplir mi segundo año en el bufete, me vi envuelto en un incidente con un funcionario público de nuestro país que culminó con la salida mía del Bufete. Esa es la mala experiencia de la que hoy les cuento. Como cualquier otro día de trabajo, me encontraba realizando mis diligencias. Una de ellas era asistir al Ministerio de Industria y Comercio con el fin de investigar sobre un asunto legal del bufete. Cuando llegue allí me dirigí a la Consultoría Jurídica, que era mi destino final. Me atendió una joven, que como muchos otros servidores públicos de nuestro país, parecía que su único trabajo era atender a los que llegaban. ¡Vaya trabajo! ¡Pero ese es nuestro país! Cuando pregunté por el asunto a tratar, esta me dijo que aguardara un momento. Tomé asiento y tomé mi celular un momento. Luego de unos 2 minutos de espera levanto la cabeza y enfrente mío veo este señor, bajo de estatura, no muy dotado físicamente, pero con una mirada penetrante y desafiante. ¡Termina del celular cuando quieras! Fueron sus palabras de bienvenida. Resultó ser el Consultor Jurídico de aquel Ministerio, un señor apellido González. Me sorprendieron sus palabras pero no le di mucha importancia. ¡Buenas Tardes! Dije. Lo que inmediatamente vino ante aquel saludo fue: ¡cual es el problema, asunto o inconveniente que ustedes tienen con ese expediente! Dichas palabras, debo aclarar, fueron expresadas con un tono desafiante y prepotente. Ninguno señor, absolutamente ninguno. Respondí. Lo que pasa es que he venido averiguar para cuando… antes de terminar me interrumpió diciéndome: ¡oye aquí no trabajamos con presión! Yo acabo de hablar con tu jefe y no me ha mencionado nada, yo no sé cuál es el problema entonces, si eso ni siquiera es urgente! Traté de responder aquel argumento pero antes de poder hablar culminó su intervención diciéndome: ¡así que puedes irte que nosotros, como ya se lo dije anteriormente, le vamos a llamar, porque aquí no se trabaja de esa manera! En ese punto, el tono de su voz era más arrogante que la primera vez. Inmediatamente pronunció estas palabras dio vuelta y se dirigió a su oficina.
Joven al fin, confieso que en ese punto ya estaba incojonao! No podía creer la prepotencia y altanería de aquel señor, ni el por qué me había hablado de esa manera. Me di vuelta y me dirigí a la secretaria que me había atendido y le dije: ese señor es medio prepotente, no puede hablarle asi a las personas! Di la vuelta y me fui del sitio sin escuchar palabras de respuesta.
Ese mismo día, momentos más tarde, me llamaron del bufete. Era una de las jefas, preguntándome por lo sucedido. Resulta ser que aquel Consultor Jurídico, que se supone que más que nada es jun servidor público, había llamado a mi jefe para despotricar en mi contra. Le dijo que yo le había llamado prepotente y que como se dice popularmente, me había cagao en el, y que eso no se podía. Tres días después, hablé directamente con mi jefe y le expliqué lo sucedido. Finalmente, al concluir mi explicación, me dio un consejo y un abrazo y me dijo que todo estaba bien. ¡Dos semanas después me llamaron de recursos humanos y me dieron mi carta de cancelación! Vaya sorpresa, mi jefe me jugó una mala pasada, digna de una persona pérfida. Y así fue como mi periodo en el bufete culminó.
Lo triste de esta historia no es la injusticia que se cometió en mi contra. Lo triste es ver, como una persona supuestamente “servidor público”, atropella a ciudadanos comunes y corrientes, jóvenes, con ganas de echar pa lante, sin importarle en lo más mínimo el futuro de estos. No solo me trato con prepotencia, arrogancia e irrespeto sino que convenció a mi jefe para que me cancelara. A mi jefe, no le importó los casi dos años de esfuerzo y dedicación que dediqué a su bufete. Como dicen popularmente “la soga corta por lo más fino”. Es increíble como políticos prepotentes atropellan las personas de este país sin que nadie les reclame. El futuro de los jóvenes dominicanos no debe ser atropellado por sandeces ni caprichos de políticos y jefes mediocres, valorémoslo y sobretodo cuidémoslo, porque son esos jóvenes que en el día de mañana serán los actores principales de este país y si las oportunidades, que de por si son pocas, se cierran por caprichos de personas que se creen estar por encima de Dios, entonces estaremos condenando la patria a la mediocridad y la pobreza.
Autor: David Espaillat Alvarez