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Radio Renacer

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lunes, 17 de octubre de 2011

La salud mental y la delincuencia violenta

Por Pedro Mendoza.


El 10 de octubre de cada año se celebra el Día Mundial de la Salud Mental. La Organización Mundial de la Salud recientemente se mostró preocupada porque los gobiernos de todo el mundo apenas dedican el 2 % del gasto general en salud a los trastornos mentales de cualquier nivel. Por tal razón, la entidad mundial aconsejó a los países miembros que aporten un porcentaje mayor de sus prepuestos para atender los problemas de la patología mental y conductual en todas en sus manifestaciones.

Modernamente, los Estados tienen el deber de diseñar estrategias y programas de prevención que contribuyan a mejorar la salud mental de la gente. En la RD. las universidades y el Estado están urgidos a buscar los factores precipitantes de la violencia criminal. Antes del crecimiento desproporcionado de las grandes ciudades, sólo había que preocuparse por buscarle solución a los dementes y a los maniaco-depresivos. En tanto hoy, cuando la población es diez veces más numerosa y las presiones sociales son la regla, la salud mental y/o emocional de la gente sufre un deterioro tal que no sería exagerado afirmar que dos tercios de la población sufre de algún desajuste emocional o patología mental como psicosis, ansiedad de moderada a extrema, trastorno depresivo, manías, conducta delictiva, o bien, algún tipo de parafilia. De ahí, que ya nadie se muestra sorprendido con la elevada cifra de pedófilos, criminales que matan con sadismo primitivo y violadores sexuales que por cientos se publican en los medios de prensa. No es que se desconozca que la violencia o agresividad, lo mismo que los trastornos mentales existen desde el comienzo de la especie humana, pero la experiencia cotidiana comprueba que hoy los factores estresantes, la conducta impulsiva, el homicidio no motivado o de motivación dudosa, el terrorismo, los secuestros de personas, la dificultad para las relaciones interpersonales, la imposibilidad de tanta gente para esperar un poco de tiempo para satisfacer una necesidad o conseguir algo que desea vehementemente, el desfonde de los valores, la expresión de una conducta exageradamente codiciosa y el consumo desmedido de alcohol y de drogas prohibidas, se han constituido en lo que yo llamo el gran asesino en serie del mundo moderno. Es más, hemos llegado tan lejos que ya habría que admitir que la personalidad delictiva, la personalidad violenta y la personalidad codiciosa son tres patologías sociales más comunes que el altruismo, la honradez y la honestidad.

Por las décadas del 1950 y 60, la mayoría de los dominicanos creía que los “perdieron el juicio” o locos, como simplemente los llaman, eran peligrosos porque eran capaces de atacar o matar violentamente a alguien. En cambio, hoy los verdaderamente peligrosos y capaces de asesinar fríamente y sin ninguna motivación, son jóvenes que a todos nos parecen mentalmente sanos. Incluso, muchos visten ropa moderna y costosas, consiguen hermosas chicas y hasta son mimados por sus padres. Esos deleites tienen un costo de sustentación elevado pero la acción fraudulenta, el asalto, la extorsión, el robo violento y el asesinato por encargo, proporcionan el financiamiento. A pesar de que esa conducta parece inextricable porque los motivos no aparecen claramente definidos, la verdad es que la magnitud de la violencia con que actúan y el homicidio brutal que ejecutan no dejan lugar a dudas de que son psicópatas incurables. Por eso, cuando un juez o fiscal deja libre uno de esos monstruos por libertad condicional o una pena benigna, los ciudadanos y la familia de las victimas se enfurecen, pues ese comete lo que en psicología se llama “deshistorización” del individuo. Esto significa que al sujeto solo se le toma en cuenta el delito actual, no su historial como criminal violento. Los jueces dominicanos parece que no comprenden que esos “enfermos”, incapaces de adaptarse a las normas sociales, carecen de remordimientos, por lo que cuando matan creen sinceramente que su víctima es un simple homúnculo que quitó del medio. ¡Señor Presidente, hacen falta programas que prevengan que los adolescentes se conviertan en criminales, y eso logra mejorando la salud emocional de padres e hijos!