Primera Lectura
Gén 11, 1-9; Éx 19, 3-8; Éx 19, 16-20; Ez 37, 1-14; Jl 3, 1-5
y Moisés subió hacia Dios. Yavé lo llamó del cerro y le dijo: "Esto es lo que dirás a los hijos de Jacob, lo que explicarás a los hijos de Israel:
Ustedes han visto cómo he tratado a los egipcios y que a ustedes los he llevado sobre las alas del águila para traerlos hacia mí.
Ahora, pues, si ustedes me escuchan atentamente y respetan mi alianza, los tendré por mi propio pueblo entre todos los pueblos. Pues el mundo es todo mío,
pero los tendré a ustedes como un reino de sacerdotes, y una nación que me es consagrada."
Entonces Moisés bajó del cerro y llamó a los jefes del pueblo, y les expuso todas estas instrucciones que Yavé le había dado.
Todo el pueblo a una voz contestó: "Haremos todo lo que Yavé ha mandado." Luego Moisés llevó a Yavé la respuesta del pueblo.
Al tercer día, al amanecer, hubo sobre el monte truenos, relámpagos y una espesa nube; se oía un sonido muy fuerte de cuerno. En el campamento todo el pueblo se puso a temblar.
Entonces Moisés los hizo salir del campamento para ir al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie del monte.
El monte Sinaí entero humeaba, porque Yavé había bajado en medio del fuego. Subía aquel humo como de un horno, y todo el monte temblaba muy fuerte.
El sonido del cuerno iba creciendo: Moisés hablaba y Dios le contestaba con el trueno.
Yavé bajó a la cumbre del monte Sinaí y, desde allí, llamó a Moisés. Y Moisés subió.
HUESOS SECOS, ESCUCHEN LA PALABRA DE YAVÉ
La mano de Yavé se posó sobre mí. Yavé me hizo salir por medio de su espíritu. Me depositó en medio de un valle, que estaba lleno de huesos humanos.
Me hizo recorrer el valle en todos los sentidos; los huesos esparcidos por el suelo eran muy numerosos, y estaban completamente secos.
Entonces me dijo: "¿Hijo de hombre, podrán revivir estos huesos?" Respondí: "Yavé, tú lo sabes."
Me dijo: "Profetiza con respecto a estos huesos, les dirás: ¡Huesos secos, escuchen la palabra de Yavé!
Esto dice Yavé a estos huesos: Haré que entre en ustedes un espíritu, y vivirán.
Pondré en ustedes nervios, haré que brote en ustedes la carne, extenderé en ustedes la piel, colocaré en ustedes un espíritu y vivirán: y sabrán que yo soy Yavé."
Hice según lo que se me había ordenado y, mientras profetizaba, se produjo una gran agitación: los huesos se acercaron unos a otros.
Miré: vi cómo se cubrían de nervios, brotaba la carne y se extendía sobre ellos la piel. Pero no había en ellos espíritu.
Entonces me dijo: "¡Profetiza, hijo de hombre, llama al Espíritu! Dirás al Espíritu: Esto dice Yavé: ¡Espíritu, ven desde los cuatro vientos, sopla sobre estos muertos para que vivan!"
Profeticé según la orden que había recibido y el espíritu entró en ellos; recuperaron la vida se levantaron sobre sus pies: era una multitud grande, inmensa.
Yavé me dijo entonces: Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Ahora dicen: "Nuestros huesos se han secado, nuestras esperanzas han muerto, hemos sido rechazados."
Por eso, profetiza. Les dirás esta palabra de Yavé: "Voy a abrir las tumbas de ustedes, oh pueblo mío, haré que se levanten de sus tumbas y los traeré de vuelta a la tierra de Israel.
Entonces, cuando haya abierto sus tumbas y los haya hecho levantarse, sabrán que yo soy Yavé.
Pondré en ustedes mi Espíritu y vivirán; los estableceré en su tierra y sabrán que yo, Yavé, lo dije y lo hice, palabra de Yavé."
LA TORRE DE BABEL
Todo el mundo tenía un mismo idioma y usaba las mismas expresiones.
Pero al emigrar los hombres desde Oriente, encontraron una llanura en la región de Sinear, y se establecieron allí.
Entonces se dijeron unos a otros: "Vamos a hacer ladrillos y cocerlos al fuego." El ladrillo reemplazó la piedra y el alquitrán les sirvió de mezcla.
Después dijeron: "Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. Así nos haremos famosos, y no nos dispersaremos por todo el mundo."
Yavé bajó para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban levantando,
y dijo Yavé: "Veo que todos forman un solo pueblo y tienen una misma lengua. Si esto va adelante, nada les impedirá desde ahora que consigan todo lo que se propongan.
Pues bien, bajemos y confundamos ahí mismo su lengua, de modo que no se entiendan los unos a los otros."
Así Yavé los dispersó sobre la superficie de la tierra, y dejaron de construir la ciudad.
Por eso se la llamó Babel, porque allí Yavé confundió el lenguaje de todos los habitantes de la tierra, y desde allí los dispersó Yavé por toda la tierra.
YO DERRAMARÉ MI ESPÍRITU
"Esto es lo que ha de suceder después: Yo derramaré mi Espíritu sobre cualquier mortal. Tus hijos y tus hijas profetizarán, los ancianos tendrán sueños y los jóvenes verán visiones.
Hasta sobre los siervos y las sirvientas derramaré mi Espíritu en aquellos días.
Daré a ver señales en el cielo, y en la tierra habrá sangre, fuego y nubes de humo.
El sol se cambiará en tinieblas y la luna en sangre cuando se acerque el día de Yavé, día grande y terrible.
Entonces serán salvados todos aquellos que invoquen el Nombre de Yavé. Pues unos se salvarán en el cerro Sión, habrá sobrevivientes en Jerusalén, como lo ha dicho Yavé; allí estarán los que llame Yavé.
Salmo
Sal 104, 1-2; 24; 35; 27-28; 29-30
¡Bendice al Señor, alma mía! ¡Eres muy grande, oh Señor, mi Dios, vestido de gloria y majestad, envuelto de luz como en un manto! Tú despliegas los cielos como un toldo,
¡Señor, qué numerosas son tus obras! Todas las has hecho con sabiduría, de tus criaturas la tierra está repleta!
¡Desaparezcan de la tierra los pecadores y que no existan más los malvados! ¡Alma mía, bendice al Señor!
Todas esas criaturas de ti esperan que les des a su tiempo el alimento; apenas se lo das, ellos lo toman, abres tu mano, y sacian su apetito.
Si escondes tu cara, quedan anonadados, recoges su espíritu, expiran y retornan a su polvo. Si envías tu espíritu, son creados y así renuevas la faz de la tierra.
Segunda Lectura
Rom 8, 22-27
Vemos que la creación entera gime y sufre dolores de parto.
Y también nosotros, aunque ya tengamos el Espíritu como un anticipo de lo que hemos de recibir, gemimos en nuestro interior mientras esperamos nuestros derechos de hijos y la redención de nuestro cuerpo.
Estamos salvados, pero todo es esperanza. ¿Quieres ver lo que esperas? Ya no sería esperar; porque, ¿puedes esperar lo que ya ves?
Esperemos, pues, sin ver, y lo tendremos, si nos mantenemos firmes.
Somos débiles, pero el Espíritu viene en nuestra ayuda. No sabemos cómo pedir ni qué pedir, pero el Espíritu lo pide por nosotros, sin palabras, como con gemidos.
Y Aquel que penetra los secretos más íntimos entiende esas aspiraciones del Espíritu, pues el Espíritu quiere conseguir para los santos lo que es de Dios.
Evangelio
Jn 7, 37-39
LA PROMESA DEL AGUA VIVA
El último día de la fiesta, que era el más solemne, Jesús, puesto en pie, exclamó con voz potente: "El que tenga sed, que venga a mí.
Pues el que cree en mí tendrá de beber. Lo dice la Escritura: De él saldrán ríos de agua viva."
Decía esto Jesús refiriéndose al Espíritu Santo que recibirían los que creyeran en él. Todavía no se comunicaba el Espíritu, porque Jesús aún no había entrado en su gloria.
domingo, 12 de junio de 2011
La lectura para hoy.
10:19 a. m.
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