Julio Vasquez.

Radio Renacer

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domingo, 13 de marzo de 2011

Solidaridad con Japón


Japón no necesita que los dominicanos recojan y donen dinero para ayudar a los miles de damnificados por la ocurrencia del temblor de tierra de la elevada magnitud de 8.9 grados en la escala de Ritcher que afectó aquel archipiélago, pero sobre todo la isla de Honshu, misma en cuyo territorio se encuentra la ciudad de Tokio, movimiento telúrico que seguido de un maremoto inundó ciudades como Sendai y la región de Sanriku, en donde fueron barridos edificios, trenes y otros vehículos automotores, por la fuerza y el embate de las aguas que alcanzaron hasta diez metros de altura. Pero aunque Japón no lo necesite, los dominicanos hemos de mostrar solidaridad con su pueblo y su gobierno en esta dolorosa circunstancia.

Sesenta años atrás, y como resultado de las devastaciones sufridas tras la derrota infligida por los aliados y el principal de sus ejércitos, el norteamericano, Japón vivió una época de pobreza que se reflejó en la emigración organizada de miles de sus pobladores que llegaron a naciones como la dominicana, en donde al principio del decenio de 1950 fueron organizados en colonias agrícolas en tres regiones de la República Dominicana, dando notaciones de su ejemplar unidad familiar, su gran dedicación al trabajo y su ansia de progreso.

El elevado nivel de vida y el alto desarrollo industrial y tecnológico alcanzados por el Japón del primer medio siglo hasta el término de la segunda guerra mundial, fue recuperado en breves años y hacia el principio del decenio siguiente al de las migraciones, Japón estaba colocado en envidiable posición como nación productora de electrodomésticos y automóviles y se hallaba en camino de introducirse en el área de la producción de equipos de tecnología de punta, con lo cual mostró que el impulso de los gobiernos a sus sistemas productivos, la disciplina para el trabajo, la educación esmerada de un pueblo y el empeño de alcanzar el desarrollo, rinden frutos.

Japón se volvió, prontamente, una nación desarrollada, colocándose entre los pueblos de mayor ingreso y ofreciendo, a naciones como la dominicana, el apoyo a programas impulsores de una mayor calidad de vida para sus habitantes, mediante la asistencia técnica, donaciones de bienes y equipos o el financiamiento reembolsable, lo que ha mantenido aún en medio de la crisis financiera que abatió su economía.

Por todo ello, y por razones puramente humanitarias, Japón merece que pueblo y gobierno dominicanos, muestren su solidaridad en esta hora terrible para los japoneses.

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