Las minorías de la sociedad siria, vulnerable e indefensas, se ven aplastadas en un conflicto que crece en intensidad, y que se consolida cada vez más como una lucha entre diferentes facciones. Así lo asegura a la Agencia Fides, un joven cristiano que relata la experiencia de una ciudad en la frontera con Turquía.
(Fides) La población civil de la zona más allá del Éufrates (Siria oriental), ha sido devastada por el conflicto que ha provocado el éxodo de la población civil, especialmente en las ciudades de Hassakè y Kamishly. Desde allí, los Obispos locales han enviado un llamamiento urgente a la comunidad internacional y al Papa, «para evitar una catástrofe humanitaria».
En Ras al-Ain, tomada por las tropas del Ejército Libre el 8 de noviembre, actualmente están en curso enfrentamientos entre facciones militares de kurdos y árabes, que antes estaban aliadas contra el ejército sirio regular, una señal del nivel general de conflictividad en aumento. El joven cristiano, que pide el anonimato, afirma estar cercano a la oposición siria y explica en una nota enviada a la Agencia Fides la difícil situación de las minorías (árabes, kurdos, sirios, asirios, cristianos) en Mesopotamia.
«En el corazón de la noche, a las dos del 8 de noviembre, los residentes de Ras al-Ain fuimos despertados por el sonido de explosiones, helicópteros y ametralladoras. Eran los combatientes del Ejercito Libre y los helicópteros turcos mandados al territorio sirio, que han conquistrado fácilmente el cruce de la frontera y la ciudad. Los militares comenzaron a apoderarse de las casas de civiles para utilizarlas como posiciones de combate. Entre las casas incautadas, estába la de mi abuelo, donde había mujeres, niños y mi abuela paralizada. Todos los civiles fueron expulsados de sus casas en pijama, sin darles el tiempo de tomar sus documentos, dinero o cualquier otra cosa. Los militares y combatientes fueron aún más lejos: con una «lista negra», casa por casa buscaron a sus enemigos. Entre ellos estaban los nombres de los jefes de las familias cristianas. ¿Por qué?»
«De lo que he dicho - explica el joven - no se debe sacar como conclusión que nuestro país está dividido por el odio sectario. Si no fuese por la intervención de un vecino de mi familia, un musulmán sunita que suplicó a los hombres armados que no nos hicieran daño, ya estaríamos muertos. Después huimos. La población de Ras al-Ain, musulmanes y cristianos, kurdos y árabes, sirios y asirios, ha vivido durante décadas en paz y fraternidad. Pero ahora quieren ponernos unos contra otros. ¿Por qué?».
La nota recibida en Fides continúa: «Los kurdos, árabes y cristianos, más de 70.000 personas huyeron, sobre todo hacia Hassake. En pocas horas, la ciudad se convirtió en un pueblo fantasma. Los alauitas han corrido una suerte peros: asesinados por ser alauitas. Una de las víctimas era un maestro de escuela, que amaba la ciudad y durante muchos años enseñó a los niños de todas las familias. Algunos militantes lo mataron delante de su esposa e hijos, que han sido secuestrados».
La dramática historia concluye: «Hoy las carreteras están bloqueadas. Un autobus de línea entre Hassaké y Alepo ha sido detenido y todos los pasajeros identificados, para eliminar aquellos que no son suníes. Pero, ¿quién dio la orden de matar a la milicia sobre la base de la religión? E incluso si el criterio no fuese confesional, ¿qué derecho tienen a matar a civiles inocentes? El derecho internacional establece que, incluso en guerra, es deber de los conquistadores asegurar la supervivencia y los derechos de los civiles. Pero este principio no parece incluirse entre laos que regulan las facciones militares de los rebeldes. ¿Por qué? Siempre hemos acusado al régimen de estos desastres. Ahora hablamos de crímenes que hemos visto con nuestros propios ojos, perpetrados por el Ejército Libre sirio»
En Ras al-Ain, tomada por las tropas del Ejército Libre el 8 de noviembre, actualmente están en curso enfrentamientos entre facciones militares de kurdos y árabes, que antes estaban aliadas contra el ejército sirio regular, una señal del nivel general de conflictividad en aumento. El joven cristiano, que pide el anonimato, afirma estar cercano a la oposición siria y explica en una nota enviada a la Agencia Fides la difícil situación de las minorías (árabes, kurdos, sirios, asirios, cristianos) en Mesopotamia.
«En el corazón de la noche, a las dos del 8 de noviembre, los residentes de Ras al-Ain fuimos despertados por el sonido de explosiones, helicópteros y ametralladoras. Eran los combatientes del Ejercito Libre y los helicópteros turcos mandados al territorio sirio, que han conquistrado fácilmente el cruce de la frontera y la ciudad. Los militares comenzaron a apoderarse de las casas de civiles para utilizarlas como posiciones de combate. Entre las casas incautadas, estába la de mi abuelo, donde había mujeres, niños y mi abuela paralizada. Todos los civiles fueron expulsados de sus casas en pijama, sin darles el tiempo de tomar sus documentos, dinero o cualquier otra cosa. Los militares y combatientes fueron aún más lejos: con una «lista negra», casa por casa buscaron a sus enemigos. Entre ellos estaban los nombres de los jefes de las familias cristianas. ¿Por qué?»
«De lo que he dicho - explica el joven - no se debe sacar como conclusión que nuestro país está dividido por el odio sectario. Si no fuese por la intervención de un vecino de mi familia, un musulmán sunita que suplicó a los hombres armados que no nos hicieran daño, ya estaríamos muertos. Después huimos. La población de Ras al-Ain, musulmanes y cristianos, kurdos y árabes, sirios y asirios, ha vivido durante décadas en paz y fraternidad. Pero ahora quieren ponernos unos contra otros. ¿Por qué?».
Los opositores no son liberadores
El texto continúa: «En Ras al-Ain, las víctimas no eran sólo cristianas, pero los cristianos han sido los únicos que han sido inmediatamente expulsados de sus hogares, llevando a los bebés en brazos, dados a la fuga por las calles sembradas de cadáveres. Esta intervención es la de un ejército de invasores y no un ejército de libertadores, como se hace llamar el Ejército de la oposición».La nota recibida en Fides continúa: «Los kurdos, árabes y cristianos, más de 70.000 personas huyeron, sobre todo hacia Hassake. En pocas horas, la ciudad se convirtió en un pueblo fantasma. Los alauitas han corrido una suerte peros: asesinados por ser alauitas. Una de las víctimas era un maestro de escuela, que amaba la ciudad y durante muchos años enseñó a los niños de todas las familias. Algunos militantes lo mataron delante de su esposa e hijos, que han sido secuestrados».
La dramática historia concluye: «Hoy las carreteras están bloqueadas. Un autobus de línea entre Hassaké y Alepo ha sido detenido y todos los pasajeros identificados, para eliminar aquellos que no son suníes. Pero, ¿quién dio la orden de matar a la milicia sobre la base de la religión? E incluso si el criterio no fuese confesional, ¿qué derecho tienen a matar a civiles inocentes? El derecho internacional establece que, incluso en guerra, es deber de los conquistadores asegurar la supervivencia y los derechos de los civiles. Pero este principio no parece incluirse entre laos que regulan las facciones militares de los rebeldes. ¿Por qué? Siempre hemos acusado al régimen de estos desastres. Ahora hablamos de crímenes que hemos visto con nuestros propios ojos, perpetrados por el Ejército Libre sirio»