Viendo la entrevista realizada hace poco a la joven Francina Hungría, se continúa observando el material del que está hecho la misma. Se nota humildad y que en dicha profesional hay educación de hogar.
Es difícil tener que escuchar de sus labios cuando expresa, basada en una cuestionante que ella misma se hace, sobre el por qué no entender que siendo ella una persona normal, de trabajo, que no estaba en rumbos “extraños”, ni fue que se buscó dicha acción.
Sin embargo, la respuesta es sencilla, es que el fenómeno de la delincuencia y el crimen organizado, ya no se centran en los barrios marginados solamente, de esto hace años; la misma droga y el auge del narcotráfico, han provocado que estos fenómenos ya estén en todas partes y en cualquier nivel social. Nadie está exento de sufrir ante lo que hoy padece dicha joven. Tan sólo habría que hacer un sondeo, de cuántas personas a tu alrededor han sido víctimas de algún hecho o acción delincuencial; esto te dará una idea de cuánto digo.
Hemos visto con qué desparpajo, desvergüenza y con cierta actitud de fuerza, algunos ligados a los que troncharon el camino normal de esta ingeniera se han dado a la tarea de amenazar a la familia de la misma; como si diera la impresión de que esta joven no tiene quien la proteja; y ellos se sienten, aún dentro de un recinto penal, con tal fuerza de llamar desde la cárcel para conllevar este tipo de mensajes.
Es posible que le haya pasado por la mente a la familia de Hungría que la víctima de los delitos y crímenes tiene que hacerse, en la mayoría de los casos, de todo para protegerse y hasta para conllevar que se haga justicia contra los imputados. Dentro poco, cuando inicie el proceso preliminar o de juicio, aparecerá algún abogado de los imputados que podrá alegar que el interés de Francina en buscar justicia es por dinero; como si lo económico le devolverá a ella y su familia, la tranquilidad, la paz, eliminarle el desasosiego, el trauma y la visión de su ojo derecho perdido. ¿Quién le devolverá la vida que tenía? Aparecerá quien desee reenviar en diez o quince veces las audiencias, por abogados que quieran seguir haciendo un relajo de las normas procesales y se conviertan en cómplices de sus defendidos; más que en sus apoderados.
Ante todo este trajinar que ha pasado y lo que le pueda suponer este camino del que tendrá que ser una sobreviviente; ella, Francina, tendrá que seguir asumiendo, con el mismo valor que ha enfrentado su situación, lo que la vida le depare. Llegarán momentos de desesperación o de impotencia, pero no puede permitir que estos se conviertan en su realidad o en su modo de vida, sino asumir que está con vida y debe seguir luchando, sin temor a esos que hicieron lo posible para matarla y sacarla del camino; y mucho menos asumir la misma violencia que fue utilizada en su contra.
En estos momentos de tantas situaciones que han hecho cambiar la vida del dominicano y dominicana, lo menos que podemos hacer es asumir la responsabilidad de enfrentar estos fenómenos. Lo peor que podemos seguir haciendo, como colectividad, es hacernos indiferentes; esa es peor actitud que la asumida por los que han hecho y hacen su vida basada en el ámbito de la criminalidad.
Tanto Francina, como su familia y su caso, no deben ser ajenos para ninguno de los dominicanos y dominicanas de buen corazón; porque nadie está exento de lo que a ella le sucedió. Debe llegar el momento en que las instituciones y el sistema funcionen para las víctimas con el mismo rigor con el que funcionan para los delincuentes, una vez son apresados y se convierten en imputados. Debe llegar el momento en que se organice este desorden social en que vivimos y padecemos, para que la colectividad sea la que se sienta protegida y que se lleve el mensaje de que en este país se cumple y se respetan las leyes, normas y las instituciones; porque, mientras en esto no se haga un empeño, el terreno será para el mensaje dirigido hacia el caos, la delincuencia y el crimen.
No esperemos que sigan dándose casos tan tristes como el comentado que, si bien ha dado lecciones de mucha valentía y humildad, no deja ser lastimero pensar que era una joven dedicada a su vida, su trabajo, con ahínco y en cumplir sus responsabilidades y deberes; que son las normas y reglas con las que estamos criando y educando a nuestros hijos e hijas; pero que no les evita la posibilidad de, sin estar metidos en lo mal hecho, ser objeto de hechos criminales de forma tan burda. No sigamos esperando que las cosas estén en mucho peores condiciones que las que hoy padecemos, hagamos conciencia de lo que ocurre a nuestro alrededor. Mientras tanto, sigamos dándole seguimiento a Francina y su familia, con la solidaridad puesta en alto y orando para que siga adelante.
Lic. Jordi Veras.