Me imagino que en algún momento de tu vida has oído la frase: “Hacer el bien sin mirar a quien”. Cada vez que queremos confirmar creencias espirituales, principios y valores positivos recurrimos a la misma como una forma de decirnos: no esperes recompensa, solo haz lo que tienes que hacer sin importar a quién. Pues hoy me llama la atención esa misma frase pero vista desde el punto del accionar cotidiano, de nuestras actividades, labores diarias. Del hacer. Muchas veces nos cruzamos de brazos esperando que la otra parte haga el trabajo, la labor que nos corresponde hacer a nosotros. Exigimos, reclamamos que nos resuelvan teniendo muchas veces, nosotros, la solución en las manos pero por comodidad por esa burbuja de confort en que nos envolvemos no lo hacemos. Cuántas veces hemos dejado de tenderle la mano a esa persona necesitada de un apoyo.Cuántas veces hemos cerrado nuestros oídos para no escuchar el desahogo del prójimo. Cuántas veces no hemos extendido nuestro hombro para brindar consuelo. Cuántas veces hemos sellado nuestros labios para no decir te quiero en el momento oportuno y así un sin fin de cuantas veces interminables. Y vamos dejando de hacer el trabajo que nos corresponde sin mirar a quien. Dejamos de ser transformadores, canales de vida y energía y nos convertimos en seres humanos robotizados, fríos, conformistas e indiferentes. Quizás todavía estemos a tiempo de detenernos en nuestra cotidianidad, en esa prisa que nos ha impuesto los nuevos tiempos para mirarnos tanto en nuestro exterior como en nuestro interior y ver en dónde hemos dejado de hacer el trabajo que nos corresponde hacer. En qué o a quién. El momento es ahora porque quizás para mañana sea tarde, aprovéchalo.