¡La voz de mi amado! Miren cómo viene saltando por los montes,
brincando por los cerros, mi amado, como una gacela o un cabrito. Ahora se detiene detrás de nuestra cerca, y se pone a mirar por las ventanas, a espiar por las rejas.
Mi amado empieza a hablar y me dice:
EL:
Levántate, compañera mía, hermosa mía, y ven por acá, paloma mía.
Acaba de pasar el invierno, y las lluvias ya han cesado y se han ido.
Han aparecido las flores en la tierra, ha llegado el tiempo de las canciones, se oye el arrullo de la tórtola en nuestra tierra.
Las higueras echan sus brotes y las viñas nuevas exhalan su olor. Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven.
Paloma mía, que te escondes en las grietas de las rocas, en apartados riscos, muéstrame tu rostro, déjame oír tu voz, porque tu voz es dulce y amoroso tu semblante.
¡Grita de gozo, oh hija de Sión, y que se oigan tus aclamaciones, oh gente de Israel! ¡Regocíjate y que tu corazón esté de fiesta, hija de Jerusalén!
Pues Yavé ha cambiado su suerte, ha alejado de ti a tus enemigos. No tendrás que temer desgracia alguna, pues en medio de ti está Yavé, rey de Israel.
Ese día le dirán a Jerusalén: "¡No tengas ningún miedo, ni te tiemblen las manos!
¡Yavé, tu Dios, está en medio de ti el héroe que te salva! El saltará de gozo al verte a ti y te renovará su amor. Por ti danzará y lanzará gritos de alegría como lo haces tú en el día de la Fiesta."
Apartaré de ti ese mal con el que te amenacé, y ya no serás humillada.
Salmo
Sal 33, 2-3; 11-12; 20-21
Denle gracias, tocando la guitarra, y al son del arpa entónenle canciones. Entonen para él un canto nuevo, acompañen la ovación con bella música.
Pero el proyecto del Señor subsiste siempre, sus planes prosiguen a lo largo de los siglos. Es feliz la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él escoge como herencia.
En el Señor nosotros esperamos, él es nuestra defensa y nuestro escudo; en él se alegra nuestro corazón, en su santo nombre tenemos confianza.
Evangelio
Lc 1, 39-45
MARÍA VISITA A SU PRIMA ISABEL
Por entonces María tomó su decisión y se fue, sin más demora, a una ciudad ubicada en los cerros de Judá.
Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Al oír Isabel su saludo, el niño dio saltos en su vientre. Isabel se llenó del Espíritu Santo
y exclamó en alta voz: "¡Bendita tú eres entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor?
Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas.
¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor!"
miércoles, 21 de diciembre de 2011
La biblia en su hogar.
10:33 a. m.