Julio Vasquez.

Radio Renacer

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viernes, 15 de enero de 2016

Abrir el corazón

Es el lema del mes de enero, siguiendo el itinerario de evangelización del Tercer Plan de Pastoral. Corazón cerrado es lo mismo que decir, corazón que ha perdido la sensibilidad frente a todo lo que nos rodea, corazón que se niega a escuchar la verdad que brota de los labios del Dios que ha creado la casa común donde todos habitamos.         

Este tipo de comportamiento fosiliza el interior, y nos hace egoístas, pensando que el mundo debe girar alrededor nuestro, anulando la belleza y la bondad de la creación de Dios.
    
El corazón de la vida cristiana,  es la caridad. Sin ella no es posible abrir el corazón a los hermanos que nos rodean,  y con los cuales interactuamos en los diferentes ambientes donde prestamos servicios. 

Corremos el peligro de tener el corazón endurecido, a consecuencia del pecado, produciendo una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás.                

 Esa secuela de insensibilidad, crea un tipo de mentalidad, es decir, el hombre indiferente, éste solo piensa en sí mismo, cierra el corazón para que no toquen a su puerta, y sólo lo abre cuando necesita del otro.

Quien ha cultivado un corazón sincero y lleno de fe, su otro hermano no pasa desapercibido, pues la atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual.
    
El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. 

Observa con esmerada atención cómo vive tu hermano, acércate, salúdale afectuosamente, escúchale.         

Lo que el otro necesita es saber que es importante, que él cuenta, escuchar es la forma más fina de amar.    

Felipe de Js. Colón