Hemos llegado al final de este año civil y nuestro corazón se desborda de agradecimiento a Dios por todo lo que nos ha regalado durante estos 365 días. Qué bello sería hacer una lista de todos los dones espirituales y materiales que hemos recibido, de todas las personas que hemos conocido, con quienes hemos compartido, a quienes hemos ayudado y sobre todo por las buenas obras realizadas.
También podemos agradecer por las dificultades superadas que nos han hecho crecer y ser mejores personas, no todo en la vida es éxito y triunfo, nunca faltan los fracasos, pero cuando hay esperanza, se sigue adelante con empeño y entusiasmo.
Agradecer a Dios, incluso si en este año hemos perdido a un ser querido, porque la confianza en Dios nos dice que si oramos con fe por nuestros hermanos difuntos, intercedemos para que ellos gocen de la presencia eterna de Dios en el cielo, donde no hay dolor, ni tristeza, ni llanto, sino que todo es eterna felicidad.
Después de agradecer a Dios por todo, la mejor actitud es hacer un propósito para iniciar una nueva vida en este año nuevo, en la cual nos esforcemos por ser mejores para que vivamos en paz y expresemos el amor con la caridad como nos invita el Papa Francisco en la Bula, para el año jubilar de la misericordia. “Es mi vivo deseo que el pueblo cristiano reflexione durante el Jubileo sobre las obras de misericordia corporales y espirituales. Será un modo para despertar nuestra conciencia, muchas veces aletargada ante el drama de la pobreza, y para entrar todavía más en el corazón del Evangelio, donde los pobres son los privilegiados de la misericordia divina. La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos. Redescubramos las obras de misericordia corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, acoger al forastero, asistir a los enfermos, visitar a los presos, enterrar a los muertos. Y no olvidemos las obras de misericordia espirituales: dar consejo al que lo necesita, enseñar al que no sabe, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las ofensas, soportar con paciencia a las personas molestas, rogar a Dios por los vivos y por los difuntos. Queremos vivir este Año Jubilar a la luz de la palabra del Señor: Misericordiosos como el Padre. El evangelista refiere la enseñanza de Jesús: -Sed misericordiosos, como el Padre vuestro es misericordioso- (Lc 6,36).
Es un programa de vida tan comprometedor como rico de alegría y de paz. El imperativo de Jesús se dirige a cuantos escuchan su voz (cfr Lc 6,27). Para ser capaces de misericordia, entonces, debemos en primer lugar colocarnos a la escucha de la Palabra de Dios. Esto significa recuperar el valor del silencio para meditar la Palabra que se nos dirige.
De este modo es posible contemplar la misericordia de Dios y asumirla como propio estilo de vida”. Ojala esta invitación del Papa Francisco sea nuestra hoja de ruta. Mis mejores deseos para todos. Bendiciones. Feliz año nuevo.
martes, 29 de diciembre de 2015
¡Año nuevo, vida nueva! gracias Señor
10:12 a. m.
opinion