Recuerdo cuando fui apoderado del caso de Miguelina Llaverías para el año 2005, no lo hicimos solamente porque ya conocíamos previamente a la dama santiaguera y algunos de sus hijos, sino por la convicción con la que nos formamos desde hogar y por la que obtuve en el mismo ejercicio, de no soportar ni permitir la violencia contra la mujer. Recuerdo a doña Miguelina entrando a mi oficina, con su hija Julia, totalmente temerosa, llena de pánico y nerviosa, con el hecho de pensar que debía ver de nuevo la cara de quien fuera su compañero y padre de sus hijos en un juicio de medida de coerción.
A pesar de todo ese temor, provocado por los dos intentos de asesinatos y ultraje y el haber sido sobreviviente en esas dos ocasiones de las garras de un hombre que no entendía ni podía comprender el rompimiento de una relación matrimonial y de pareja de manera civilizada, no importando el tiempo transcurrido; decidió enfrentar sus miedos y buscar que por medio de la justicia, se le impusiera un castigo al hoy imputado y condenado, Adriano Román y sus tres asociados en el crimen.
Luego de casi tres años que hubo que recorrer en la vía penal para que la condena del 24 de mayo del 2007 en primer grado, se hiciera definitiva, nueva vez soy testigo de lo que tiene que pasar la señora Miguelina Llaverías por la situación de evitar que el imputado y condenado, Adriano Rafael Román Román, intente salir de la prisión a la que está condenado por veinte años por intento o tentativa de asesinato de ella: ahora por motivos “especiales” de salud y de edad. Al parecer no era casual la supuesta recaída que tuvo hace meses, para finales de octubre del 2013, inmediatamente vino la interposición de la solicitud ante el Juez de Ejecución de la Pena de esta ciudad, para que se le permita irse a su casa a pasar su condena, en términos jurídicos, un cambio de régimen que posee hoy, que es la prisión en ese Centro de Rehabilitación para Hombres de Rafey. Solamente hay que imaginarse si fue capaz de orquestar desde la cárcel un plan para asesinar; así como intentar asesinar con sus propias manos, a su fenecido hermano, Pablo Román; qué no será capaz de llevar a cabo estando en “condiciones especiales” o el cambio de régimen, como ya expliqué, a cumplirla desde su hogar.
Y que sepa algo, a Miguelina ni ninguno de los que hemos sido afectados por este señor, queremos ni deseamos la muerte del mismo, y los hechos a través de llevar todo por medio de los procesos, son más que elocuentes. Y por esto y para garantizar y determinar cuál es la realidad de su estado de salud, la Procuraduría, con anuencia de la víctima, Miguelina Llaverías y sus abogados, ante el Juez de la Pena, solicitaron al tribunal que: “fuera un médico especialista en la materia de la Cardiología que diera su dictamen en ese sentido”. Y el Juez de Ejecución procedió a ordenar al Colegio Médico Seccional Santiago, designar un especialista de la Cardiología y que éste último estuviese acompañado, al momento de realizarse la evaluación solicitada, del Dr. Castillo, del Materno Infantil, médico internista y de cabecera del imputado, Adriano Román.
No es la primera vez que debo ser testigo del trauma que le causa a Miguelina Llaverías el solo hecho de pensar que su principal temor, tenga la posibilidad de salir fuera de la cárcel. Otro reto tiene en su camino de vida, Miguelina Llaverías, al tener que transitar nueva vez en un proceso de solicitud de cambio de régimen hecho por Adriano Román, intentando convencer de que no desea asumir el fruto de sus consecuencias en la actitud criminal que ha llevado en contra de ella y todo aquel que ha sido afectado de forma directa e indirecta, incluyendo a sus propios hijos.
Hay que entender y conocer la situación en la que se ve envuelta una víctima de violencia y más con el historial como lo ha tenido Miguelina, que es una real sobreviviente del ferviente deseo de un hombre que buscado en los últimos treinta años acabar con su vida en dos ocasiones y que no conforme con ello, pagó nuevamente para intentar asesinarnos, porque es su forma y manera de reaccionar ante lo que no acepta. No cree en reglas ni procesos, simplemente en que debe hacerse las cosas tal cual las dicta. Tiene la suerte, que tanto Miguelina, como quien escribe, creemos en el sistema de hacernos justicia por la vía civilizada y no de la forma en que ha mostrado que puede pagar para llevar a cabo sus más bajos objetivos.
Una vez más, debe tener Miguelina Llaverías, ese apoyo solidario y decidido de lo mejor de este pueblo, que ha sabido brindarle su calor y seguimiento a su proceso y su situación. Una vez más, Miguelina Llaverías debe librar su lucha para que Adriano Román cumpla su condena desde la cárcel y no por cambio de régimen con una prisión domiciliaria por condiciones especiales. No es un mero capricho, sino la exigencia de una víctima que hoy día vive marcada con el síndrome de la violencia.
Precisamente, mañana, se continuará conociendo la causa ante el Juez de Ejecución de la Pena, en la que se determinará, si la solicitud presentada por el imputado e interno en Rafey Hombres, Adriano Román, tiene o no certeza. Esperemos una vez más, por la tranquilidad de Miguelina Llaverías.
Lic. Jordi Veras.