Pero, su “presencia” permanecerá siempre entre nosotros por el gran cariño que le tuvimos durante su caminar por este mundo. Transmitía su fe hasta por los poros; hablaba continuamente con la alegría de los hijos de Dios. Fue un cristiano verdaderamente convencido de la verdad del Evangelio y así lo vivía.
Fue mi profesor durante mis estudios en la Escuela de Teología para Seglares, hace ya 22 años y me instruyó magistralmente en “El Misterio de la Gracia”. No podíamos dejar de escuchar sus cátedras cada vez que hablaba. Nos entusiasmaba con la vivencia de sus anécdotas, en sus tiempos de juventud. El amor por su padre, que era un ser maravilloso, de misa diaria, que le enseñó el mensaje de nuestra fe desde pequeño. En fin un ser fuera de serie, en nuestro ambiente muchas veces tan conflictivo. Él siempre fue directo en sus planteamientos. Sus artículos de los sábados, creo que los tengo casi todos. Los coleccionaba después que los leía y releía. ¡Cuánta sabiduría! ¡Cuánta preparación! No solamente sabía de religión, sabía de humanidades. Conocía la naturaleza humana. Sus artículos sobre política eran sumamente interesantes y educativos. Es una pena que no fueran utilizados por nuestra clase política. Supo transmitir los documentos de la Iglesia desglosando lo más importante de éstos. Aprendí mucho de éstos, que me han servido mucho en la vida, tanto mi vida de casada como en mi vida de apostolado.
A finales del año pasado le hicieron una entrevista cuando ya estaba retirado en Santiago. A la pregunta de: ¿Qué opina Ud. del papel que están teniendo los Jesuitas en la frontera? Contestó: “Una vez un cardenal en Roma le preguntó a San Ignacio dónde quería vernos a nosotros los jesuitas, y dijo una frase que ha sido un lema de mi vida: “Los jesuitas deben estar donde mayor es el servicio divino, y donde mayores son las necesidades humanas.” A principios de año tenemos que escribir una carta a Roma diciendo cuáles son las necesidades del lugar donde estamos, y si estamos siendo eficientes. Los jesuitas pensamos en los millones de desplazados, y se ha decidido que vamos a trabajar por los desplazados. ¿Asumen como “desplazados” y “refugiados” a los migrantes haitianos? “El problema que teníamos en la provincia eran los refugiados haitianos, y se creó el grupo de trabajo. Nuestro mandato es acompañar en su vida y en sus necesidades a los refugiados, a los desplazados, aquí, en Vietnam, o en Siria.”
Hablando de San Ignacio de Loyola dijo: San Ignacio no es un maniqueo, es un optimista, y también dijo que la creación del mundo es una maravilla, y que no hay que huir del mundo, hay que ir al mundo y empaparse del mundo. Que lo malo en el mundo no son las cosas, sino que lo malo es el corazón de algunos hombres. Yo también tengo una visión optimista de la vida. En cuanto a la muerte decía que no le tenía miedo: Yo primero por formación soy estoico, y las cosas son como son, hay que arremeterlas. En el decreto de nacer está claro: como nació, morirá. Y entonces, bueno, morirá. Es el fin seguro. Ya a mi edad, 89 años, le perdí el miedo a la muerte.
¿Ud, ha sido un sacerdote muy feliz? Si. Yo tengo dos cosas fundamentales en mi vida: he vivido rodeado de gente excelente, primero Jesuíticamente, todos mis compañeros y segundo, en la República Dominicana he vivido rodeado de gente que me ha dado bastante más de lo que yo les he dado a ellos. Y en segundo lugar, he vivido rodeado de libros, que los ha pagado la Compañía de Jesús, no yo. (risasÖ) Siempre fue así alegre, contento consigo mismo, y con los demás. Nos hará mucha falta. Paz a sus restos. Amén.
MARUCHI R. DE ELMÚDESI melmudesi@hotmail.com