"Tírame más tarde", "Tírame pa"trá", "No te quille", "La Macaste" y un rosario de "hermosas" frases protagonizan el vocabulario que se impone hoy en día. Pero el problema no estriba en utilizar esos términos para decir "llámame", "no te molestes"' o "lo hiciste mal".
La situación se torna peligrosa porque esta forma de hablar no se ha quedado en los colmadones, en las calles y, en fin, en boca de las personas comunes y corrientes.
El fenómeno ha trascendido a los medios de comunicación y ha contagiado a personas que tienen sobre sus hombros servir de ejemplo a la sociedad.
Ante esta transformación y distorsión del lenguaje, es importante hacer una reflexión respecto a lo que están aprendiendo nuestros hijos: niños y jóvenes que, se supone han de ser las autoridades del mañana. Y, aunque está en manos de cada padre y madre velar por la educación de sus vástagos, no se puede dejar de lado que los medios de comunicación tienen su cuota de responsabilidad en la formación de éstos, pues su misión incluye fomentar la formación de la población. Con un léxico de esta categoría, ¿Qué están aprendiendo nuestros hijos?
En tal virtud es que hay que llamar la atención sobre la forma en que algunos "profesionales” del micrófono se expresan a través de los medios para los cuales trabajan, donde, en ocasiones, hacen uso de un idioma estropeado, palabras que rayan en la vulgaridad y, por qué no, hasta términos que hacen justicia a su falta de ética profesional.
El problema se torna cada vez más grave, y lo peor es que a nadie parece interesarle, pues no es un secreto para nadie que ahora "hablar mal'" en la televisión o la radio puede ser el requisito para conseguir una pegada, un mejor salario o, lo que es todavía más preocupante, a la moda.
El asunto resulta aún más chocante cuando se tiene la experiencia de exigencias que años atrás se tomaban en cuenta para poder otorgarle a una persona la facultad de dirigirse a la población a través de un medio de comunicación hablado.
Tener un carnet de locutor y probar mediante un examen que se tenía dominio correcto de la palabra era asunto obligado para estar frente a un micrófono.
Quizás todavía ese requisito existe, pero la verdad es que si juzgamos la realidad por lo que oímos y aprendemos de mano de algunos locutores, lo único que podríamos asegurar es que en el país la comunicación va en declive.
Autor: JOSE LUIS MONTAS