Julio Vasquez.

Radio Renacer

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lunes, 21 de julio de 2014

La deliciosa sopa de piedra

Aquel forastero poco le faltó para morirse de hambre. En todas las casas le decían que no tenían nada que darle. Entonces, cambió de estrategia.  En la próxima, al repetirle lo mismo, contestó rápidamente:

--Señora, no se preocupe. En mi mochila tengo una piedra con la que se hace la mejor sopa del mundo. Permítame ponerla en una olla con agua hirviendo. 

--¿Una sopa? ¡No me haga reír!

Pero el hombre insistió, y la mujer buscó la olla, El visitante preparó el fogón poniendo  la olla con agua. Cuando empezó a hervir ya todo el vecindario llenaba la cocina viendo qué tramaba el forastero. 
   
 Rápidamente el hombre echó la piedra en el agua hirviente y probó una cucharada. 

--¡Deliciosa! ¡Solamente le hacen falta unas papas!
     
Una mujer se ofreció a traerlas. El hombre probó la sopa nuevamente, afirmando que ya sabía mucho mejor, pero que le faltaba un poco de carne.
    
Otra voluntaria corrió a buscarla. La probó de nuevo el hombre. Con el mismo entusiasmo y curiosidad se repitió la escena cuando pidió unas verduras, fideos, algunos víveres y algo de sal. Finalmente pidió platos para todo el mundo.
    
Allá fueron todos a buscarlos y hasta trajeron pan, frutas, vino y sillas, y un exquisito majarete, sentándose a disfrutar la cena por primera vez todos juntos en alegre camaradería. 
    
Tal como apareció, asimismo desapareció aquel hombre dejándoles la milagrosa piedra, que podrían utilizar siempre que quisieran hacer la más deliciosa sopa del mundo. Algo así como lo que sucedió a los caminantes de Emaús, que narra Lucas en el capítulo 24 de su evangelio.
    
Y es que tenemos que salir de nuestros cascarones. 
    
Habla con las personas. Nada hay tan agradable como un saludo cordial, hoy que tanto necesitamos gestos amables.
    
Sonríe a los que conoces y a los que no conoces. Al mover la cabeza utilizas 72 músculos. Al sonreír, tan sólo 14. 
    
Llama a las personas por su nombre, que para cada quien, su nombre es siempre la música más dulce.
    
Sé amistoso y servicial.  ¿Quieres amigos? Sé amigo.
    
¡Sé cordial! Que se sienta la sinceridad en todo lo que digas y en todos tus gestos, que todo lo que hagas lo hagas con amor.
   
 Interésate por los demás. Recuerda que sabes lo que sabes, pero no sabes lo que otros saben.
    
Sé generoso al elogiar y sumamente cauteloso al criticar.  Los líderes elogian, animan, dan confianza y elevan a los otros. Por eso son líderes.
    
Aprende a captar los sentimientos de los demás.  En toda controversia hay tres ángulos diferentes: el tuyo, el del otro y el del que solamente ve lo propio.
    
Y de por Dios, presta atención a lo que los otros piensan y opinan.  Escucha, aprende y elogia.
    
En resumen, procura aportar todo lo bueno que esté a tu alcance sirviendo a los demás, ya que lo que realmente vale en nuestras vidas es cuanto hayamos hecho por nuestro prójimo. En esa única materia es que nos examinará Jesús en el Juicio Final. Importante pasarla con buena nota.
    
Con la acogida  y la cooperación se alcanzan resultados admirables, aún cuando se inicie con gestos aparentemente pequeños o incluso insignificantes. Esa es la fuerza milagrosa que tiene el compartir.  Cada uno puede poner alguna de sus virtudes al servicio de los demás.  El resultado puede ser espectacular.

Pruébalo. Invita a tus vecinos a una sopa de piedra.

Bendiciones y paz.

Este cuento aparece publicado en la página 67 de mi libro “¡Descúbrete! Historias y cuentos para ser feliz”. Disponible en Librería Cuesta y La Sirena.

Juan Rafael Pacheco