Lic. Jordi Veras. Hace un año a propósito también de lo que se ha convertido en una cultura de la violencia, y en este caso contra las mujeres. Las cifras siguen siendo alarmantes y preocupantes, en vez de reducirse continuamos teniendo números y estadísticas altas de muertes de féminas asesinadas a manos de sus compañeros, ex concubinos, en fin, de aquellos que piensan que la mujer está atada o ligada a ellos por la eternidad. Ya para este momento, las muertes superan las 80 muertes y solamente estamos en el mes de junio, lo que en otros países esas realidades serían cuestión de alertas. A todo esto se le suma que en los últimos años, en la realidad dominicana está situándose una cultura de violencia que no es habitual, ni normal. No solamente para el ámbito de las mujeres. Ya en cualquier momento, escucha usted, como una nieta asesina sus abuelos; como un padre o madre, asesinan sus hijos a golpes; como por un parqueo usted le infiere doce tiros ya estando muerta la persona; en las calles por el roce con otro vehículo es motivo para matar a otro. A esto agréguele lo que supone la delincuencia y el crimen organizado, haciendo cardo de cultivo en ese ambiente ya descrito. Tal como les decía, escribí para este mismo mes, pero del 2011, el artículo “Contra Una Cultura y Realidad”, a propósito de la muerte de una joven que había sido asesinada frente a sus hijos en un motel, de nombre Gleiry María Muñoz Báez, además, motivado por lo que ya como hemos indicado, esto año por año se ha vuelto, una penosa y triste realidad, que estamos obligados a cambiar. En aquel escrito expresamos, lo siguiente: “Es tiempo de que población dominicana, esto nos incluye a todos, comencemos con nuestros hijos e hijas; familiares y seres queridos; amigos y amigas; con nuestros compañeros de trabajo; en fin, hasta con los actores del sistema, abogados, abogadas, jueces y fiscales; a tratar de que vayamos cambiando la cultura errada del machismo y de pensar que la mujer le pertenece al hombre bajo cualquier circunstancia y que podemos disponer de sus vidas y su destino como nos venga en ganas. Qué podemos decidir la suerte de una mujer porque está nos esté siendo infiel o porque ya el amor se fue o porque quiere dejar la relación”. “Debemos enseñar a nueva generación de hombres y mujeres, que el respeto debe ser mutuo y que la violencia debe parar ya contra la mujer o viceversa, sin embargo, las estadísticas y la realidad nos muestra que las féminas llevan el peor camino”. “Que dejemos de pensar que en cada situación de muerte de una mujer, exista una simple riña o “pleito entre marido y mujer”, como alegan muchos para tratar de justificar sus emolumentos o hasta su propio ego de macho”. “Los que somos padres y madres, debemos aunar esfuerzos para que nuestros vástagos no sigan los errores de generaciones”. “Que no sigan practicando con el corazón cerrado frente al respeto a la mujer y de no ejercer violencia contra ellas”. “Que esa cultura que nos han ido enseñando o que hemos visto por cultura, no es correcta. Debe darnos vergüenza que en un país de apenas 10 millones de habitantes, el número de mujeres asesinadas al año sobrepase las ciento cincuenta muertes”. Continúo citando: “Cuando en España, un país de más de 40 millones, en el año 2008, se escandalizó porque ese año habían muerto 75 mujeres a manos de hombres”. “Tiene que haber un cambio en nuestros corazones y ante Dios, de que no podemos seguir creando y aupando o siendo parte de una cultura de muerte; de un pensamiento violento y de una realidad que nos retrata de cuerpo entero”. “Debe haber una conversión hacia un hombre y mujer nueva, porque es lo que necesariamente hará de nuestra sociedad algo mucho mejor y no lo que hoy padecemos”. “El criterio que tienen ciertos ámbitos en la misma población civil, de algunos magistrados, fiscales, abogados, abogadas y claro, algunos hombres y hasta mujeres, que ven en el hecho que finalizó con la muerte de esta joven, ya mencionada, que por ser infiel, merecía lo ocurrido o que no estaba incorrecto o no era grave, que su amante, pudiese acabar con su vida porque al fin y al cabo ella estaba fallando a su esposo y a la sociedad”. El asunto de la violencia debe llamarnos a una reflexión como país, como sociedad, no es posible que sigamos permitiendo que esto se siga convirtiendo en una realidad cimentada en el dominicano y dominicana. No podemos seguir buscando responder a los problemas, a nuestras debilidades, a nuestras dificultades con la Ley del Talión. O pensando, como en el caso de las muertes en contra de las mujeres, con la saña y el odio que se está visualizando en las mismas, por un aprendizaje incorrecto; una cultura del pasado machista que nos persigue; por un criterio equivocado respecto al valor de la mujer. Es tiempo de que no permitamos que la indiferencia sea parte de la respuesta ante estos fenómenos sociales que padecemos.