Julio Vasquez.

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miércoles, 3 de abril de 2013

El padre Gaspar Hernández Morales, M.I.

Gaspar Higinio nació en Lima (Perú), el 6 de enero de 1798 y era hijo de Francisco Hernández, nativo de Galicia, y la limeña Juana Morales. Probablemente, a causa de una temprana enfermedad, fue bautizado de urgencia (probablemente en su casa) por el P. Manuel de Castro, y tres años después (3 de mayo de 1801), el P. Diego Estanislao Venegas suplió los ritos en la Parroquia de Santiago del

Cercado. A los once años empezó a estudiar Latinidad en el Colegio Seminario de Santo Toribio, pero su obsesión era ser clérigo regular de la Orden de Ministros de los Enfermos o Camilos, —el instituto fundado en Roma por San Camilo de Lelis en 1584—, a la que parece haber ingresado poco antes de completar sus estudios en el seminario y cuando sólo tenía 16 años. Consta que, previas las informaciones de cinco testigos acerca de la “legitimidad, buena sangre y sanas costumbres”, el 22 de julio de 1814 vestía el hábito en el convento de Santa María de la Buena Muerte (Lima), y al año siguiente (24 de agosto de 1815), emitía su profesión de votos simples. Algunos autores, copiando probablemente al P. Virgilio Grandi, dicen que en esa fecha “emitió la profesión solemne”, cuando la fórmula en latín, firmada por Hernández, dice claramente “vota simplicia”. Virgilio Grandi, M.I. El Convento de la Buenamuerte Bogotá, 1985, p. 123.



Diez días antes de concluir su noviciado (14 de agosto de 1815), aunque no poseía nada, había hecho formal renuncia de sus bienes o herencia a favor de su congregación,

Quizás en Santa Liberata o en Santo Toribio terminó sus estudios de Teología, siendo ordenado sacerdote el 11 de enero de 1821 por el obispo de la Paz, Antonio Sánchez Matas (1818-1828). Apenas ordenado, empezó su corta carrera docente como profesor de Filosofía del Colegio de Nuestra Sra. de la Buena Muerte, y del Seminario Conciliar (Lima), además de ser procurador de aquella comunidad. Sin embargo, poco después fue acusado de malversación de fondos y prácticamente recluido en el convento de San

Francisco, donde permaneció unos meses. Huyendo sin duda del movimiento que latía en el mismo claustro del convento en pro de la independencia _quizás inspirado por el sacerdote chileno Camilo Henríquez_ nuestro Gaspar emigró con el virrey y general José Ruperto de la Serna y las tropas españolas que evacuaron Lima a la entrada triunfal del ejército invasor (12 de julio de 1821). Durante casi cuatro años, sirvió de capellán a las tropas españolas desde Jauja (Junín) hasta la decisiva batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824). Aunque buena parte de los militares españoles viajó desde Arequipa a Cádiz probablemente en el vapor “Pezuela” en los primeros días de enero de 1825, se desconoce si el P.Gaspar siguió la misma ruta, permaneció en la Península cuatro o cinco años o nunca salió del Perú. El ya citado Tovar dice que, como falta documentación acerca de la dotación y travesía de aquellos barcos salidos de Quilea, “solo es presumible que hubiese estado Gaspar Hernández en aquellos barcos”. Enrique D. Tovar, Ob. cit., p. 152, col. 2. El nombramiento de Hernández como profesor de Filosofía de aquel seminario está fechado el 4 de julio de 1832. Ibid., p. 154, col. 2.



Lo que sí parece cierto es que, a pesar de vivir fuera de una de las comunidades formales, el P. Hernández nunca abandonó su congregación, y así lo garantizan incluso los cronistas de la misma, aunque nunca añadió a su firma las siglas M.I. (Ministri Infirmorum).

Lo cierto es que hacia febrero de 1830 se encaminó a Puerto Rico, —su amistad con el cuadragésimo cuarto obispo de San Juan, don Pedro Gutiérrez de Cos, limeño también, se había iniciado cuando lo era de Huamanga o Ayacucho (Perú)– y en el recién fundado Colegio Seminario San Ildefonso (San Juan), se quedó de profesor de Filosofía y Matemáticas desde su nombramiento el 4 de julio de 1832 hasta mediados de 1834, además de ejercer el curato de una de las once parroquias que componían aquel obispado, sufragáneo del arzobispado de Santo Domingo. El seminario había sido fundado por decreto o edicto del obispo Gutiérrez el 2 de julio de 1832. Su primer rector, a partir del 4 de julio de 1832, fue el portorriqueño Ángel de la Concepción Vázquez, un franciscano exclaustrado que falleció el 7 de junio de 1841. Cayetano Coll y Toste, Historia de la instrucción pública en Puerto Rico hasta el año de 1898. San Juan, 1910.

Reproducido en E. Tovar, Ob. cit., p. 154. Estando en esos menesteres, ocurrió la muerte de su protector, amigo y compatriota, y el 9 de mayo de 1833 pronunció la oración fúnebre en los solemnes funerales de Gutiérrez de Cos (1826-1833), en la Catedral de San Juan. No podemos precisar qué hizo en aquella ciudad después de 1834 ni tampoco por qué razón se trasladó a Santo Domingo, a donde probablemente llegó desde Saint-Thomas a mediados de julio de 1839. A Gutiérrez de Cos sucedería en el obispado Miguel Laborda y Galindo (1833-1845), mientras la rectoría del seminario la ocupaba Fr. Pablo Benigno Carrión, capuchino exclaustrado, que sería obispo de San Juan en 1857.

Su primer trabajo pastoral en la ciudad de Santo Domingo a partir del 22 de julio de 1839 fue el curato de San Carlos extramuros (1839-1843), que alternó con el cargo de cura del Sagrario de la Catedral (1841-1843). Posteriormente y antes de su regreso a San Carlos (1852_1855), fue sucesivamente párroco interino de La Vega (9 de octubre de 1848 _1º de mayo de 1849), Santa Bárbara (5 de abril-16 de agosto de 1851), y Azua (1851-1852).

Maestro y consejero de algunos trinitarios (1842-1843)

Según testimonio de Rosa Duarte y otros cronistas de la época, el P. Hernández abrió una clase diaria de Filosofía en la sacristía de la Iglesia de Regina Angelorum (calle de la Universidad), quizás poco antes del terremoto del 7 de mayo de 1842, a la que asistieron entre otros, los trinitarios Juan Pablo Duarte, Francisco Sánchez, Juan Isidro Pérez y Pedro Alejandrino Pina. En realidad, las clases comenzaron en una casa (“un bohío, detrás del camarín de la Iglesia, esquina con el callejón de la noria”), es decir, detrás del ábside de la Iglesia de San Carlos. Sólo cuando fue trasladado a la Catedral para sustituir a Francisco Roca Castañer, la pequeña “escuela” se trasladó a la pieza anexa a la sacristía del templo de Regina Angelorum. Allí se reunía con los jóvenes cuatro horas cada mañana, y de ahí proviene la categoría de “prohombre de la separación” o “inspirado apóstol de las ideas redentoras de nuestro pueblo” que le adjudicó la historia romántica del siglo XX. A pesar de lo escueto de las notas de Rosa Duarte, sí nos dejó constancia de que aquellas reuniones a las que asistía todos los días su hermano parecía más “una junta revolucionaria que clase de estudios filosóficos”. Emilio Rodríguez Demorizi (ed.). Apuntes de Rosa Duarte Santo Domingo, Instituto Duartiano 1970, p. 48.

El que ciertamente aportó más informaciones, de tono romántico, casi hagiográfico, es José María Serra en sus Apuntes para la historia de los Trinitarios fundadores de la República Dominicana (1887). Esas notas dicen del P. Hernández que era pequeño de estatura, ágil y vivo en sus movimientos, pero el metal de su voz era “agudo y algo desapacible”, cosas que resultaban inconvenientes a “la gravedad del sacerdote, a las cualidades de un orador”. Por el contrario, “su trato dulce y simpático, su franqueza y su jovialidad, le captaron muy pronto el aprecio del pueblo, que acudía diligente a oír su palabra fácil e instructiva y en cuyo ejercicio era infatigable”. Eso y su actuación pacificadora y consoladora durante el terremoto del 7 de mayo de 1842 debió ser una de las razones para que los jóvenes trinitarios le buscasen y le pidiesen dirigir aquel grupo de reflexión

Filosófica. José María Serra, Apuntes para la historia de los Trinitarios, fundadores de la República Dominicana. Santo Domingo: Imprenta de García Hermanos, 1887, p. 12; reproducido en BAGN, Vol. VII, Nos. 32-33, Ciudad Trujillo enero-abril de 1944, pp. 61-63.



No cabe duda que Fr. Gaspar supiera Filosofía, probablemente escolástica, porque había sido profesor de esa materia en el Seminario Conciliar de Lima y luego lo sería en el colegio-seminario San Ildefonso en San Juan (Puerto Rico). Quizás su buena preparación humanística y sus lecturas le permitieron también el acceso a corrientes e ideas totalmente nuevas para el Santo Domingo haitiano. Resulta revelador que, en los años en que representó a Santiago ante el Congreso Nacional prefirió participar siempre en las comisiones de Justicia e Instrucción Pública porque, según él mismo decía, eran “los ramos más adecuados a sus conocimientos”.8 Los primeros historiadores dominicanos que sembraron la sana duda acerca del verdadero papel del Camilo Gaspar

Hernández fueron Félix Pérez Sánchez en su artículo “Algo más acerca del supuesto mentor P. Gaspar Hernández” (1939), reproducido por Emilio Rodríguez Demorizi en su trabajo “El historiador García y la verdad” (1942), y por supuesto en las comisiones de Justicia e Instrucción Pública porque, según él mismo decía, eran “los ramos más adecuados a sus conocimientos”. Peña Batlle. Manuel A. (ed.). Congreso Nacional, 1851-1853. Documentos legislativos II. Ciudad Trujillo, 1944, p. 238.



Los primeros historiadores dominicanos que sembraron la sana duda acerca del verdadero papel del Camilo Gaspar Hernández fueron Félix Pérez Sánchez en su artículo “Algo más acerca del supuesto mentor P. Gaspar Hernández” (1939), reproducido por Emilio Rodríguez Demorizi en su trabajo “El historiador García y la verdad” (1942), y por supuesto Máximo Coiscou Henríquez al reproducirnos las cartas del P. Gaspar en su trabajo “El caso Gaspar Hernández. ¿Cuál fue su ideario político de 1842 a 1844?”, publicado como parte del 2º tomo de su obra Historia de Santo Domingo. Contribución a su estudio (1943). Y aunque el autor decidió reconocer que en Hernández no estaban reñidos el sentimiento monárquico y su apoyo al separatismo, precisamente en una de esas cartas se reveló que sus esperanzas en “apoyar” la separación eran que, una vez libres “de la dominación de los “mañeses-cocolos”, se suponía que los dominicanos, que “no han sido nunca ingratos con su madre patria”, pronto buscarían su protectorado. Carta de G. Hernández a Baltasar Morcelo (marzo de 1844)”, citada por B. Morcelo a José Gabriel García (8 de septiembre de 1897). En Coiscou Henríquez, Máximo, Ob. cit., Vol. II, p. 79.



El 30 de abril de 1843 tuvo a su cargo el sermón en el Te Deum que se entonó en la Capilla de la Misericordia (provisional) por el reciente éxito del movimiento de la reforma del 24 de marzo de aquel año, fruto directo de la insurrección de Praslin, que Jean Price-Mars considera raíz del “rompimiento de la unidad nacional” del año siguiente. En presencia del Can. Tomás de Portes, Vicario General del Arzobispado, del general Pablo Allí, comandante del Departamento de Santo Domingo, y los cinco miembros del Comité Popular (dos haitianos y tres dominicanos), en una pieza oratoria, marcadamente política, no exenta de una base teológica e incluso de historia antigua, Hernández sensibilizó a su auditorio sobre la funesta tiranía de Boyer en ambas partes de la isla, mientras auguraba para haitianos y dominicanos un futuro prometedor, como si sólo eso fuese lo que esperaba lograr la isla y su redención definitiva. El Comité Popular lo componían Alcius Ponthieux y Jean Baptiste Morin, por el Oeste, y Manuel Jiménez, Pedro Alejandrino Pina y Félix Mercenario por el Este, que habían contribuido al derrocamiento del gobernador y general Alexis Carrié. En Emilio Rodríguez Demorizi. En torno a Duarte, 1976, p. 244



Sin embargo, como todas aquellas ilusiones se frustraron al presentarse en la Parte Oriental el hombre fuerte de la Jornada que había desplazado a Jean-Pierre Boyer del Poder, antes de los cuatros meses de aquel sermón ( 1ro de agosto de 1843, Gaspar Hernández, se vio obligado a salir de la Isla rumbo a Curazao, expulsado por orden expresa de Charles Hérrad-Riviere, junto con el franciscano Navarro Fr. Pedro Pamiés (1809-1843), acusado ambos de agitar al pueblo con su predicación subversiva. Ambos habían ejercido el curato de aquella capilla provincial de la plazuela de San Gil o del Matadero, y su honrosa actuación a raíz del terremoto del 7 de mayo de 1842 se conservó en la composición de la solterona Doña Ana de Osorio;

“Dos ministros de excelencia

Hemos tenido a favor;

El muy docto don Gaspar

Y el virtuoso Pamiés,

Con oraciones tal vez

Han disipado el pesar

El mismo año del destierro de ambos sacerdotes, Manuel Joaquín del Monte dedicaba a Gaspar Hernández unos versos hirientes y se abrió así una guerra a versos, aunque la paternidad de la composición en respuesta a las letrillas ofensivas de Del Monte, donde sale a relucir más de una vez el inevitable antihaitianismo y racismo del segundo, sólo se atribuyó al religioso limeño, y según asegura Rodríguez Demorizi, eran en realidad de la autoría de Ramón Hernández Chávez. (Emilio Rodríguez Demorzi, Poesía Popular Dominicana, Santiago, 1973, pp 189-190, En tomo a Duarte, Santo Domingo, 1976,pp 224-229.)



Desde su destierro temporal en Curazao, - ´Pamiés había fallecido a los veinte días de su llegada a la Isla-, escribiría al capitán general y gobernador de Puerto Rico, Santiago Méndez Vigo, exponiéndole la marcha de los acontecimientos políticos en Santo Domingo hasta su salida. Como anunciaba en esa carta del 22 de agosto de 1843, poco después viajó a Venezuela y allí fue primero cura de la Parroquia de la Altagracia de Orituco, Estado de Guárico, y luego cura y vicario interino de La Guaira (1845-1848), de la que hizo entrega al suceder el 7 de marzo de 1848, aunque quizás permaneció en Venezuela alguna semanas más. En la citada carta a Méndez Vigo insiste el P. Hernández en que si apoyó la separación dominicana fue porque creía que, mientras los negros se aniquilaban (Carta de G. Hernández a S. Méndez Vigo, Curazao, 22 de agosto de 1843, AGN, Documentos procedentes del Archivo Nacional La Habana, leg. 848, No. 28572, reproducido por Rodríguez Demorizi, Ob, cit.221)

A pesar de estar en Curazao cuando la goleta Leonor llegó el 8 de marzo de 1844 a recoger a Duarte, como es obvio, el P. Gaspar Hernández no regresó con él a Santo Domingo. Como anota Rodríguez Demorizi, en su soledad y con la separación como un hecho consumado, quizás acabó por convencerse “de que la República Dominicana subsistía por sí misma, sin necesidad de que la bandera española ondease sobre las aguas del Ozama”, pero sólo al concluir su trabajo en Venezuela, decidió volver a Santo Domingo. Su primer oficio, alejado al principio de la vida política y docente, fue el curato de La Vega desde el 9 de octubre de 1848 al 1ro de marzo de 1849.



Su misión legislativa y docente en Santo Domingo (1852- 1853).



Durante su segunda estancia en Santo Domingo fue también diputado o tribuno electo por la Provincia de Santiago (22 de febrero de 1851 -26 de febrero de 1853), cuyas Cámara presidió desde el 30 de abril al 20 de mayo de 1851. Fue vicepresidente electo del Tribunato (16 de febrero a 16 de abril de 1852), y luego presidente (16 de abril de 1852 a 19 de enero de 1853). En su categoría de vicepresidente encabezó las sesiones en varias oportunidades, pero sobre todo desde el 26 al 30 de abril de 1852.
 
(1798-1858) y su verdadero aporte al Movimiento Independentista.- ¿Quién fue el Padre Gaspar Hernández? – Rasgos Biográficos del religioso Camilo Gaspar Hernández


Fuente: C. Armando Rodríguez, Revista CLIO, enero –febrero, año 1933, págs.- 15 / 18 Núm.
 
Cortesia de Ubaldo Solis.

Desde ese puesto el Poder Legislativo