Julio Vasquez.

Radio Renacer

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viernes, 5 de abril de 2013

La alegría rejuvenece el alma

La celebración de la solemne Vigilia Pascual, inauguró el Tiempo de Pascua. Los cristianos tenemos motivos valiosísimos para estar alegres, y no dejar espacio a la tristeza. El sábado por la noche hemos celebrado la victoria de Cristo sobre la muerte.

¡¡Jesucristo Resucitó, y en verdad resucitó!! Cuando la tristeza y en el desaliento invadía el alma de los apóstoles, unas palabras pronunciadas por una de las mujeres, agitó sus corazones, al escuchar que el cuerpo de Jesús, no estaba en el sepulcro. Salieron despavoridos ante tales afirmaciones. Así acontece, el cuerpo de Jesús no está, ha resucitado como lo había dicho a ellos mismos antes de morir.

El mal está presente en todas partes, y también corrió la noticia de que el cadáver se lo habían robado y enterrado en la montaña, pero Jesús se le aparece a sus discípulos, mientras iban de camino, incluso mientras están en la casa orando o platicando sus aventuras apostólicas.

¿Qué movió a divulgar la falsa noticia de que el cuerpo de Jesús había sido sustraído, y enterrado en las montañas? simplemente asunto de estrategia de los poderosos, pues divulgar que había resucitado, como de suyo aconteció, sería enaltecer al Hijo de Dios, y los poderosos verse disminuidos ante la avalancha de nuevos creyentes y fortalecimiento de sus seguidores.

Un signo clarividente de los cristianos que hemos atravesado el desierto de la cuaresma para entrar en el umbral de la Pascua, es vivir en clave de ALEGRIA. No perdamos el sentido de la alegría. Hemos puesto nuestra Esperanza en Aquel que nos fortalece con su gracia. Nuestra opción por Cristo no puede verse empañado por el pecado, tampoco por los enemigos de la iglesia, que pretender disminuir la estatura moral de la iglesia. Corren falsas noticias, arrojadas en los medios electrónicos y físicos, su objetivo: envilecer el alma de los seguidores de Jesucristo, muerte y resucitado.

La alegría, rejuvenece; La tristeza, envejece. La alegría aviva el corazón; la tristeza, adormece los sentidos.

La alegría es señal de coherencia en nuestras vidas; La tristeza es sinónimo de que algo anda mal en nosotros. La alegría, es capaz de sonreír, incluso de acoger, aceptar y amar; el que padece de tristeza, expresa un semblante de angustia, de depresión, anda de brazos caídos, nada le estimula, permanece inmutable ante el avance de la vida, y ajeno a todo lo que le rodea.

Algunos afirman que la tristeza, es uno de los males y peligros de la humanidad, sobre todo por lo que genera en los que la padecen. Hay momentos de tristezas inevitables, como la muerte de un ser querido, una enfermedad inesperada, conflictos de tipo familiar, todo esto pasa y pasará, pero el grave peligro está en quedarnos instalados en los telaraña de la tristeza, y no dar el salto, es decir, superarlos pues contamos con el auxilio del Señor, que nos brinda soplos de alegría constante.

El papa Francisco, en la homilía del Domingo de Ramos, decía.
“No sean nunca hombres, mujeres tristes: un cristiano jamás puede serlo”, puesto que “nuestra alegría no es algo que nace de tener tantas cosas, sino de haber encontrado a una persona, Jesús;”, también “de saber que, con Él, nunca estamos solos, incluso en los momentos difíciles, aun cuando el camino de la vida tropieza con problemas y obstáculos que parecen insuperables”.

 
Felipe de Jesús Colón Padilla