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viernes, 8 de julio de 2011

Comportamiento vergonzoso

Escrito por Josefina Almánzar.


Antes de escribir este artículo lo pensé mucho porque está dedicado a una clase profesional a la cual pertenezco, pero mi interés para mejorar nuestras instituciones no me permite mantenerme en el silencio e ignorar y dejar pasar por alto lo acontecido. Además de mi iniciativa, muchos amigos y amigas que ejercen esta profesión se acercaron a mi con la intención de aprovechar este espacio como medio para expresar la decepción que sintieron al salir de la celebración de las elecciones del pasado sábado para elegir a los candidatos y candidatas de la Asociación de Abogados y Abogadas de Santiago.

En efecto, los abogados y abogadas en ejercicio fuimos convocados a votar el pasado sábado 2 de julio. Durante toda la semana pasada recibimos llamadas y exhortaciones con una insistencia que resultaba sorprendente y hasta cierto punto sospechosa.

Agendé el evento como algo primordial a realizar, porque en muchas cosas sigo manteniendo ¨la ingenuidad¨ y hasta cierto punto soy ilusa al pensar que participando podemos ayudar y colaborar a hacer los cambios que necesita nuestra sociedad en todos los niveles. Sigo creyendo que no basta teorizar y quejarnos de que todo anda mal, hay que accionar y participar. Con ese pensamiento me decidí a apoyar el gremio.

Desde el primer momento en que puse el pie en el recinto donde se celebraban las votaciones, sentí el ambiente cargado. Se respiraban aires de una competencia nada sana. En las filas se veían rostros agresivos y se incitaba a votar por este o por aquel con mucho énfasis. Sorprendida ante esta actitud, pues se suponía que eran unas elecciones para elegir a una plancha de una asociación gremialista, donde en principio no hay intereses pecuniarios o super poderes que “desear” para mantener controles políticos, pude entrar a la fila para votar.

Pero la situación no queda ahí. Como en mi agenda tenía otros compromisos por cumplir, me fui del lugar con miles de preguntas rondando en mi cabeza. Con una sensación de haber dejado atrás un mercado público de última y pésima categoría. No entendía ni compartía para nada la actitud de los colegas y mucho menos el ambiente de agresividad imperante, ya que lo que menos parecía aquello, era un lugar donde habían personas profesionales.

A media tarde recibí las llamadas de los amigos y amigas que me indujeron hacer este artículo para expresarme su sentir de decepción y desencanto, porque al igual que yo experimentaron esa sensación de que todo está perdido y no vale la pena apoyar ni participar en este tipo de actividades.

Que me perdonen los colegas que no le gustan que digan la verdad, los que quieren que nos unamos a tapar el sol con un dedo y seamos cómplices silentes. Los que consideran que eso es normal o como dicen muchos, gajes del oficio. Pero esos comportamientos dejan mucho que decir y a la mayoría nos alejan cada día más de participar y formar parte de estos gremios.

Una profesión que está supuesta, está llamada a representar el orden, el decoro, la solemnidad no puede darse el lujo de manejarse como si estuviésemos en un arrabal. ¿Cómo se le puede exigir luego a un cliente, a un estudiante, a cualquier ciudadano común, a los organismos encargados del orden que se respete la profesión del derecho si los llamados hacerlo no lo hacen?.

Estos comportamientos tienen que ser evaluados. Hay que coger esto en serio y no hacerse de la vista gorda: Jamás se pueden considerar como actitudes normales y como parte del proceso, porque no lo son. Estas malas prácticas nos perjudican a todos y todas los que formamos parte de la clase profesional del derecho, aunque no estemos o no nos guste involucrarnos en asuntos gremiales.

La sociedad nos ve, nos vigila, señala y juzga a todos y a todas por igual aunque no tengamos o no apoyemos estos desmanes.

Al final, la explicación es que, como la política dominicana se ha dedicado a corromper, arrabalizar y destruir todo, la política llegó al gremio y arrasó con todo.

La autora es Abogada y docente universitaria.

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