Julio Vasquez.

Radio Renacer

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jueves, 4 de septiembre de 2008

Testimonio de hoy..

Veamos el testimonio de una persona que se siente feliz de ir todos los días a visitar a Jesús sacramentado en una capilla de adoración perpetua. Me he inscrito desde mayo de 2007 como adoradora. Voy a una preciosa capilla de la ciudad de Oviedo (España), que fue escogida para entronizar día y noche al Santísimo Sacramento. Desde ese momento, nunca está solo. Todo es muy sencillo. Una gran cantidad de personas, por turnos, acompañan a Jesús día y noche. Cada adorador se compromete un día a la semana, al menos una hora, para dedicar ese tiempo para estar con Él.

Alguien puede preguntar: ¿y qué se hace ante Dios? Pues bien, ¿qué se hace ante un padre al que se le quiere con locura o ante una madre? El buen hijo los visita, porque los quiere; les habla de sus cosas, de su vida, y escucha sus opiniones sobre ellas. Otras veces es a la inversa, se escucha con in­terés a los padres y después se les contesta. ¿No es así? Pues lo mismo es con Dios.

De todas formas, es necesario experimentar el estar ante la presencia de Jesús, el amigo Jesús, para poder comprender el grado de paz que alcanza el alma. En las horas de la noche es un privilegio impresionante estar con Él. Pudiera parecer que es un esfuerzo o un gran sacrificio acudir a las tres o a las cuatro de la madrugada, pero no lo es. El encontrarse con Dios en ese silencio, cuando todo duerme, es un regalo inmerecido que Dios le concede.

Allí se siente la responsabilidad de la humanidad. Se lleva en sí y se representa a toda la humanidad. La fe crece y aumenta la admiración hacia ese Dios maravilloso que siempre nos espera. El alma queda como alucinada al comprender que no es nada y está siendo recibida por Dios directamente, sin cita previa, sin solicitudes burocráticas tan humanas; sino así, sencilla y llanamente por Dios, porque Dios accede a estar con el hombre, cuando éste quiere estar con Él. (Continuará).


Un saludo cordial en Jesús Eucaristía y en María, Medianera de todas las gracias.
José Luis Elizalde Esparza.

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