Julio Vasquez.

Radio Renacer

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viernes, 12 de septiembre de 2014

La virtud de la discreción

Para algunos esta virtud esta en desuso; otros piensan que el mejor amigo que tenemos, es uno mismo, pues han sido víctima de las peores traiciones. No pocos han sentido una terrible frustración, cuando le ha confiado,  a quien creía que era su amigo, sus deseos inconclusos, frustraciones, miedos, insatisfacciones, ambiciones no logradas, etc.,  La `palabra discreción, nombre femenino, según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, la define como, la  “reserva o cautela para guardar un secreto, o para no contar lo que se sabe, y no hay necesidad de que conozcan los demás”. También como prudencia y sensatez para formar un juicio y tacto para hablar u obrar.
    
El ser discreto, es una noble cualidad, que implica saber guardar el secreto confiado, de no hacer preguntas ni averiguaciones inoportunas, de no forzar la intimidad espiritual ni física de su prójimo. El discreto, no impone su presencia molesta e inoportuna en la vida de las demás personas.
    
La discreción es, una virtud de la delicadeza en el trato, de la bondad espiritual, de la sensatez en el juzgar, en el obrar, en el hablar, y en el mirar. Evitando ser ligeros de juicios y deslenguados, a la hora de emitir nuestras opiniones. Es de mal gusto hacer comentarios que irriten al prójimo y que lo incomoden.
    
Particularmente, me identifico con la  famosa oración de San Fernando de Castilla que rezaba más o menos así: “Espíritu Santo, amor del Padre y del Hijo, inspírame siempre directamente lo que debo pensar, lo que debo decir, cómo lo debo decir, lo que debo callar, lo que debo escribir”... Cuantas palabras se ahorra uno,  si solo dice lo que debe decir. El Rey Salomón, llegó a externar: “el que guarda su boca y su lengua, su alma guarda de las angustias”.
   
 El vicio opuesto a esta virtud de la discreción, es la indiscreción. El indiscreto se caracteriza por no callar aquello que sabe.  Su afán desmedido y caprichoso por revelar secretos, miserias, debilidades y pecados ajenos, lo lleva, en algunos casos, a inventarse lo que no ha sucedido.  La falsedad de la información, en todos los ámbitos, es maldad.  Con este tipo de comportamiento, el indiscreto, al emitir juicios temerarios, cae en lo vulgar, y en lo grotesco. Tales actitudes socaban la unidad, la fraternidad y el compañerismo que debe regir la vida de los grupos humanos.
    
La virtud de la discreción, no practicada, trae como consecuencia, inestabilidad en el ambiente de la familia, de la empresa, de las instituciones y de las comunidades. Por ejemplo un médico, deberá ser muy reservado con referencia al estado de salud  de cada uno de sus pacientes, y no pasará  información absolutamente a nadie, pues haciéndolo viola el secreto profesional; de igual modo un empleado no debe revelar las políticas de la empresa donde labora, a la empresa de la competencia; los padres no deben divulgar los errores de sus hijos a personas extrañas pues se sentirán avergonzados; tampoco es correcto destapar cartas ajenas, ni leer mensajes de textos de celulares, ni de correos electrónicos, pues con ello, el indiscreto violentará la intimidad ajena. 
    
Termino con una anécdota de San Felipe Neri, quien confesaba asiduamente a una señora por sus críticas y murmuraciones. Un día, San Felipe Neri, finalmente cansado de ver su falta del propósito de enmienda, le dijo en el confesionario: “Señora, vaya un día de viento a la cima de una colina y desplume una gallina”. A la semana siguiente, cuando la señora volvió a confesarse, el santo le contestó: “Vaya ahora señora y recoja las plumas...” Lo cual quiere decir que una indiscreción, como en el resto de las virtudes, puede ser irremediable. Nunca sabremos hasta donde habrá llegado el daño que habremos hecho, y tal vez nos será imposible repararlo.

Felipe de Js. Colón