Julio Vasquez.

Radio Renacer

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viernes, 25 de abril de 2014

“…Que vayan a Galilea; allí me verán”

Su Santidad, el papa Francisco en la solemne Vigilia Pascual ante los feligreses que abarrotaron la Basílica de san Pedro, exhortó al pueblo santo de Dios, a volver a Galilea, lugar que simboliza la primera llamada, donde empezó todo.

Jesús pasó por la orilla del lago, mientras los pescadores estaban arreglando las redes. Los llamó, y ellos lo dejaron todo y lo siguieron (Cf. Mt 4, 18-22).

El Romano Pontífice, ha dicho: “También para cada uno de nosotros, hay una -Galilea- en el comienzo del camino de Jesús”. Aquí se ve claro que el Maestro llama, a aquellos que están ocupados. Cada uno estaba en su oficio, en los afanes de cada día, y de repente el Señor lo llama. La invitación será siempre, dejarlo todo y seguirle solo a él, como los Apóstoles de la iglesia naciente: “Ellos lo dejaron todo y lo siguieron”. No pusieron condición al que llama, simplemente renunciaron a todo, no a algunas cosas, sino a todo. Se puede ser discípulo, y entregarse a medias; ser discípulo, sin experimentar una verdadera conversión.

Ir a Galilea, en el pensamiento del vicario de Cristo, significa redescubrir nuestro compromiso bautismal como fuente viva, sacar energías nuevas de la raíz de nuestra fe, y de nuestro recorrido cristiano, que se convierte en experiencias de fe.
Es oportuno volver a Galilea, volver a situarnos en aquel escenario que encendió en mí la llama de la fe, a ese punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino. ¿Dónde estaba? ¿Que vida estaba yo viviendo? ¿Acaso, una vida desordenada?.

Cuando Jesús, el Hijo de David, pasó por mi camino, me miró con misericordia, aun sabiendo que mi vida era un completo desorden, me pidió que lo siguiera, a pesar de mis flaquezas y limitaciones.

Mientras estamos perturbados en el pecado que nos aturde, Jesús se concentra en las virtudes y dones, que él ya nos privilegió, cuando las aguas bautismales limpiaron las heridas del pecado original, y nos dio el don de la fe, y cubrió con las vestiduras nuestras vergüenzas.

Es probable que al paso del tiempo, hayamos arrinconado, ese hermoso momento que marcó nuestra existencia, que dio sentido a nuestras vidas. Ahora es el momento de regresar, es necesario volver allí, volver a la Galilea. La pregunta del Santo Padre, nos reclama de manera sostenida: ¿Cuál es mi Galilea? ¿Dónde está mi Galilea? ¿La recuerdo? ¿La he olvidado? He andado por caminos y senderos que me la han hecho olvidar. ¿Cuáles caminos equivocados he transitado? ¿Qué me ha restado fuerza al don de la fe? ¿Qué situación me ha despojado de la gracia?

No olvidemos que el pecado es una de las razones por las cuales, el camino iniciado, nos ha hecho desviar el sendero. El pecado es traición al proyecto de Jesús, sería una verdadera pena, que caigamos en la tentación de judas, que prefirió construir su propia Galilea, vendiendo a su maestro por treinta monedas de plata, con su actitud se buscó a sí mismo; o la actitud de Pedro, negándolo frente a los curiosos del lugar. Volvamos en este tiempo de Pascua a la Galilea que el Resucitado nos señala. Allí, el Nazareno, nos tiene preparado una fogata para iluminar nuestras ignorancias, para que vuelva a resplandecer el rostro de la alegría, de la vida solidaria, del deseo de extender el Reino de Dios.

Felipe de Js. Colón