Julio Vasquez.

Radio Renacer

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viernes, 17 de mayo de 2013

A ti mamá-abuela

No sé como comenzar a escribir estas líneas porque las palabras no son suficientes para expresar el dolor que siente mi alma, el vacío que siente mi corazón.

Siempre he dicho que soy una persona bendecida y privilegiada por Dios, entre todas sus bendiciones, me regaló tres madres para que me acompañaran durante el camino de mi vida. Una de ellas ha fallecido. Se fue sin despedidas, dejándonos a todos sorprendidos y en esa sorpresa el inmenso dolor maquillado de grandes aprendizajes y lecciones que el tiempo nos irá entregando.

Luego de rebuscar entre tantas emociones, entre tantas preguntas he tomado la decisión de elegir, no detenerme en la última estación de tu existencia, elijo dejar atrás tus últimos momentos de agonía, esas horas desastrosas donde ninguna de las dos entendíamos lo que estaba pasando. Donde ninguna de las dos sabía que eran nuestros últimos instantes juntas en esta existencia terrenal.

No, elijo otros momentos felices que juntas vivimos para recordarte. Elijo todo lo bueno que me ensenaste porque me lo diste todo. Jamás conocí un ser humano con tanta entrega, tanto servicio y amor incondicional. En ti se dio en vivencias, en la praxis, el dar sin esperar nada a cambio. Jamás conocí a alguien que pudiera sacrificarse tanto por el otro y vivir ese sacrificio como un Santuario.

¡Oh mama! Cuánto amor había en tu alma. Cuánta paz nos diste en cada estación del camino. Eras el oasis, la fuente donde todos reposábamos, nos refrescábamos para continuar en la jornada de la vida. Lo tenías todo controlado, trabajando como las hormigas, en silencio, en serenidad pero con la sabiduría y la intuición que solo Dios podía darte.

Cuántos aprendizajes nos dejaste a todos. Pero no hay mayor que el amor que regalaste a todos los que te conocieron, tanto amor que fuiste la abuela de todos y todas mis amigos y amigas. Fuiste en tan solo dos anos la Tata amada de María Victoria.

Toda persona que visitaba nuestra casa se sentía tocada en tu amor pero sobre todo en tu paz, tu alegría y en tu aceptación de todas mis etapas, las cuales nos hicieron vivir momentos gloriosos, allá en el patio, rodeada de los árboles, de las flores que plantaste. Sentadas debajo del frondoso árbol de mango que sembraste y cuyo fruto repartías con orgullo a todo el que visitaba la casa. Oíste y disfrutaste los acordes de guitarras, compartiste los cuentos y los chistes de mis amigos Aventureros como si hubieses sido parte de uno de ellos.

Siendo tú una mujer sin recursos económicos, con un origen de nacimiento humilde, cargando sobre tus hombros la cruz del analfabetismo fuiste más sabia que todos nosotros. No te dejabas “coger en canasta”, como tantas veces le dijiste a mis amigos y amigas. No te dejabas “coger en canasta “ porque sabías que la clave de todo era el amor. Ese amor que nos daba en el día a día y ese amor sería tu legado de vida. Y lo lograste porque tu paciencia y tu paz trascendieron tu existencia. Y por eso te declaro: mi ángel de la paz.

Sé que desde esa otra dimensión donde hoy habitas siempre nos cuidará, nos ayudará a encontrar la luz y la fortaleza que necesitamos en cada estación del camino.
Sé que Jesús, tu Divino Nino, te recibieron y ahí estas rodeada de tus seres queridos, junto a Papa Pelen, viviendo en la Luz Infinita del Amor.

En mayo te fuiste, junto a las flores a la lluvia que alimentan tu jardín y por eso estás y estarás siempre presente y latente porque la Madre Naturaleza nunca muere, se multiplica para seguir dando frutos. En tu caso, los frutos del amor, la paciencia y la paz.

Mandaste a tus ángeles para que nos dijeran que no necesitabas despedidas porque te despedías todos los días a través del amor y de la paz que le dabas a todos los que se cruzaban en tu camino. Por eso todos te llamaban abuela, por eso muy pocos sabían que tu nombre era también santo, que tu nombre envolvía la Altagracia de Dios.

Mamá, abuela, mamá Tago, Tata vuela alto, abraza el cielo como esa paloma blanca inundada de tu Espíritu Santo. Hasta nuestro próximo encuentro mi ángel de la paz.

La autora es Abogada y Docente Universitaria.

Josefina Almánzar.