“La madre Cabrini es una mujer muy inteligente y de gran virtud… Es una santa”, dijo en una ocasión el Papa León XIII, quien conoció personalmente a Santa Francisca Javier Cabrini, patrona de los emigrantes.
Santa María Francisca nació en 1850 en Italia en una familia acomodada. Desde pequeña, al escuchar lecturas misioneras, quiso ir a predicar a tierras extranjeras, pero sus padres la enviaron a estudiar para profesora con las religiosas de Arluno.
En 1870 murieron sus padres y con el tiempo Francisca buscó ingresar a la congregación donde realizó sus estudios, pero no fue admitida por su mala salud. Intentó en otra congregación pero tampoco la recibieron.
El Obispo y un sacerdote amigo la invitaron a entrar en el orfanato “Casa de la Providencia”, donde la fundadora llamada Tondini había realizado una mala administración. La Santa aceptó y con un grupo de compañeras fundó a las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón, bajo la inspiración de San Francisco Javier.
La conducta de Tondina, quien al parecer estaba mal de la cabeza, se convirtió en escándalo público. El Obispo aconsejó a Francisca a salir como misionera y cerró el orfanato. La madre Cabrini con sus fieles compañeras se trasladaron a un convento franciscano que estaba vacío. Redactó las reglas, el Obispo las aprobó y así abrió otras casas.Viajó a Roma para obtener la aprobación de su congregación en la Santa Sedey algunos obispos, entre los que estaba el Arzobispo de Nueva York, le pidieron que enviara sus religiosas a Estados Unidos. Santa Francisca por aquel entonces tuvo un sueño que se lo contó al Papa León XIII y el Pontífice la animó ir al occidente y no a China.
A pesar de su miedo al agua por haber caído a un río siendo niña, cruzó el Atlántico y llegó a Nueva York en 1889. Allí se encontró con una realidad pastoral muy dura ya que había una gran multitud de pobres europeos que habían emigrado a los Estados Unidos; y los sacerdotes en su mayoría estaban allí por mala conducta.
El Arzobispo tuvo problemas para recibirlas y les dijo que lo mejor era que volvieran a Italia. Santa Francisca decidida y firme le respondió que el Papa la había enviado a allí y que se iba a quedar. En poco tiempo la madre Cabrini obtuvo ayuda para iniciar un orfanato y consiguió casa para sus religiosas.
Poco a poco la congregación se fue expandiendo en Estados Unidos, ayudando con mucha caridad a los emigrantes y a todos los necesitados. La gente que trataba con ella la admiraba y la quería. Aunque era estricta, Santa Francisca tenía un gran sentido de justicia.
“Amense unas a otras. Sacrifíquense constantemente y de buen grado por sus hermanas. Sean bondadosas; no sean duras ni bruscas, no abriguen resentimientos; sean mansas y pacíficas”, solía decir a sus religiosas.
Por su actividad misionera tuvo que viajar a Nicaragua, Argentina, Costa Rica, Panamá, Chile, Brasil, Francia e Inglaterra.
En 1907 finalmente aprobaron las constituciones de su congregación que ya estaba en ocho países con más de mil religiosas en escuelas, hospitales y otras instituciones.
Más adelante la salud de Santa Francisca empezó a decaer y partió a la Casa del Padre el 22 de diciembre de 1917.