En una alocución de características poco frecuentes en la actualidad, el Presidente de Polonia, Andrzej Duda, dirigió un solemne discurso ante la Asamblea Nacional en el cual destacó la fundamental importancia de la fe en la identidad y el destino del país, con motivo de los 1050 años del Bautismo de Polonia, ocurrido en el año 966.
El mandatario afirmó que «el Bautismo del Duque Mieszko I es el más importante evento en toda la historia del estado y la nación polacos», y declaró que su frase está construida en presente porque «la decisión tomada por nuestro primer mandatario histórico ha predeterminado el futuro completo por venir a nuestro país». El Presidente citó la célebre frase de San Juan Pablo II: «Sin Cristo, uno no puede comprender la historia de Polonia».
Duda identificó el Bautismo de Polonia como el momento del nacimiento de la nación polaca para una nueva vida cristiana. La adopción del cristianismo en la Iglesia romana definió para el Presidente la identidad polaca. «Desde ese momento, comenzamos a pensar y a hablar de nosotros mismos como 'nosotros, los polacos'». De manera impactante, recordó que «en los momentos más oscuros, cuando nuestros enemigos intentaron destruir la Iglesia para demoler la base de la identidad polaca, el pueblo polaco desafió esta intención y abarrotó los templos en búsqueda de su sentido de comunidad y dio testimonio de la perenne sabiduría de la decisión un día tomada por nuestros padres».
El mandatario explicó que las celebraciones oficiales por el Bautismo de Polonia se centraron en la ciudad de Poznan por ser «la sede del primer Obispado en tierra polaca» y agradeció la presencia del Episcopado y el clero de Polonia en los actos solemnes. También recordó la celebración del primer milenio del Bautismo, ocurrida después de 27 años de opresión atea por parte primero del régimen nazi y luego del régimen comunista, que llegó a «arrestar» una copia del ícono de Nuestra Señora de Jasna Gora y provocar a los fieles para boicotear la conmemoración. «Los polacos optaron por la fidelidad a la Iglesia, el amor auténtico a su patria y la esperanza de recuperar la libertad», indicó.
La lucha por la libertad religiosa bajo el régimen comunista incluyó la defensa de los sacerdotes perseguidos, la edificación de templos no autorizados y masivas celebraciones religiosas espontáneas que demostraron la arraigada fe y el sentido de comunidad de la nación, que permitieron sobrevivir a «la pérdida de las libertades civiles y de un estado independiente y los intentos de desnacionalizar y descristianizar nuestro pueblo». Este espíritu indomable es según el mandatario la fuente de orgullo de la nación polaca.
El Presidente destacó también las riquezas espirituales y culturales heredadas de la fe cristiana, que permitieron el florecimiento de un estado civilizado, con una rica cultura y una visión del ser humano y de la moralidad con enormes beneficios para el común de la sociedad. El mandatario expresó su compromiso de mantener esta herencia de fe recibida de los antepasados. «Polonia es y seguirá siendo fiel a su herencia cristiana», concluyó. «Porque es en esta herencia que tenemos un fundamento fuerte y probado para el futuro».