Julio Vasquez.

Radio Renacer

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lunes, 11 de enero de 2016

¡Hijos en el hijo por el bautismo!

El domingo pasado con la fiesta del Bautismo del Señor, realizado por Juan el Bautista en el rio Jordán, de acuerdo al relato de Lucas 3,21-22, la Iglesia ha concluido el tiempo de Navidad y Epifanía, y da inicio al tiempo ordinario que se prolonga hasta el miércoles de ceniza cuando comenzará la Cuaresma.
    
Es importante ubicarnos en el contexto del bautismo de Jesús, ya que él, se bautizó cuando era un adulto, antes de iniciar su vida pública y su predicación en Galilea. Acogió el bautismo de Juan, que era un bautismo de conversión pre-mesiánico, del cual Juan dirá: “yo les bautizo con agua pero vendrá uno que les bautizará con el Espíritu Santo y yo no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias… (Jn 1,26-27). El mismo Jesús al finalizar su vida entre nosotros y antes de subir al cielo, dirá a sus discípulos: “vayan por el mundo entero y bauticen en el nombre del Padre, de Hijo y del Espíritu Santo y ensénenles a cumplir todo lo que les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20).

En los primeros años del cristianismo se conservó la tradición de bautizar solo a los adultos, porque era importante hacer penitencia e iniciar un verdadero camino de conversión para bautizarse, quien no daba testimonio de una vida nueva no era digno de ingresar a la vida cristiana.        

 Con el pasar del tiempo la Iglesia adoptó la costumbre de bautizar también a los niños, asumiendo la teología de san Agustín sobre el pecado original, posteriormente con las pestes, enfermedades, la gente sentía miedo de que los niños murieran y que se perdieran para la vida eterna, muchos se preguntaban ¿qué pasaría con sus hijos que morían sin bautizo?, así se fue asumiendo el bautizo de los niños y como ellos no tiene la conciencia y responsabilidad para asumir el compromiso, se prepara a los padres y padrinos para que lo asuman en nombre de ellos, y cuando sean adultos, educados en la fe por sus padres, entonces ellos mismos se adhieran con responsabilidad a todos los demás sacramentos.
    
El bautismo para los cristianos es el sacramento de iniciación cristiana el que nos introduce a la vida de Dios, haciéndonos sus hijos, sacerdotes, reyes y profetas y a la vez incorporándonos en la comunidad que es su Iglesia, pueblo de Dios. Con el bautismo somos introducidos en la vida cristiana que es, ante todo, vida consagrada. De hecho, todo cristiano, gracias al bautismo, es injertado en Cristo (Rom 6, 3-4) y en Él santificado, enviado para continuar la misión, hecho capaz de crecer en el amor y en el servicio al Señor. 
   
 El día del bautismo, hemos recibido el don más grande que Dios pueda conceder. No existen más honores y reconocimientos que puedan igualar su valor. Porque hemos sido liberados del pecado y unidos a Jesucristo y a su cuerpo, la Iglesia. Pablo en su carta a los Romanos describe el bautismo según el esquema de sepultura-resurrección, de Cristo en Romanos 6,3-8 y en Efesios 5,8-14 subrayará que el bautizado es hombre resucitado y discípulo iluminado por la luz del resucitado.

Hna. Alicia Galíndez