Julio Vasquez.

Radio Renacer

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martes, 14 de julio de 2015

Francisco en Suramérica ¡impresiones!

Frente a este acontecimiento ocurrido en tierras latinoamericanas, la visita del papa Francisco a Ecuador, Bolivia y Paraguay, los sentimientos se entremezclan; por una parte nostalgia porque Francisco se fue, regresó al Vaticano a pastorear sus ovejas de Roma y a liderar para el mundo como autoridad moral y religiosa significativa.
    
Durante esta semana ardieron nuestros corazones al verlo entre la gente, uno más, acogiendo sus manifestaciones culturales tan diversas y hermosas, ¡qué lindo fue tenerlo entre nosotros!, experimentar su alegría y empatía, porque es uno de los nuestros y más allá de hablar el mismo idioma, el español, es la sintonía y compresión latinoamericana. Por otro lado, sentimientos de alegría por tanta gente que tuvo la oportunidad de tocarlo, de verlo personalmente, de escucharlo, de robarle una mirada, una caricia, un gesto; a todos sonreía a pesar del cansancio de sus 78 años y su poca salud, le falta un pulmón.
    
El Papa cumplió su promesa, compartió en estos ocho días, desde el domingo 5 al domingo 12 de julio, nuestros sufrimientos, vino a visitarnos y traernos mensajes de esperanza, pero también, a denunciar lo que está mal, venga de donde venga. Nos ayudó a tomar conciencia de la realidad humana, de las deficiencias, injusticias que conviven en la sociedad a la vista de la indiferencia, tanto de los estados-gobiernos como de los poderosos, y aquellos que tienen la posibilidad de cambiar las estructuras de opresión y de descarte de los más necesitados.
    
Nos ayudó a humanizarnos frente a los enfermos, los que sufren, los pobres, los tristes, los que muchas veces son excluidos con la indiferencia y con el maltrato, los privados de libertad. Vino a poner en evidencia situaciones de las cárceles como “Palmasola” en Bolivia, donde aquellos que cometieron delitos no son tratados como personas; a los gobernantes frente a la intolerancia, la injusticia, la corrupción, el maltrato a los mayores, la cultura del descarte, de rechazar y tirar lo que se considera que no sirve, porque el utilitarismo nos está pudriendo el cerebro y el corazón.
   
 Abogó por la paz, pidió por la unidad y exhortó a buscar caminos de diálogo frente a los conflictos y las diferencias, y además, nos insistió en tomar conciencia sobre nuestra casa común, el planeta, la madre tierra, los desafíos ecológicos.
    
Habló de todos los temas y para todas las categorías: políticos, gobernantes, jóvenes, niños, ancianos, adultos, cristianos, ateos, de otras religiones; a las religiosas, seminaristas, sacerdotes e incluso a sus hermanos obispos. Para todos hubo palabras de aliento y esperanza, pero además, de denuncia porque los profetas anuncian y denuncian de parte de Dios y son sus instrumentos en la transformación de la sociedad.
    
Se reunió con presidentes, sociedad civil, jóvenes, consagrados y jerarquía, sobre todo con el pueblo, con su gente tan amada, quienes caminaron largos trayectos para verlo, aunque fuera de lejos, llevaron sol, lluvia, sacrificios, todos ellos son sus preferidos, igual que lo eran para Jesús: enfermos, pobres, encarcelados, hambrientos de alimentación, de cuidados, de dignidad y sobre todo de justicia. Gracias hermano Francisco.