LA FE DEL CENTURIÓN
Al entrar Jesús en Cafarnaún, se le acercó un capitán de la guardia, suplicándole:
"Señor, mi muchacho está en cama, totalmente paralizado, y sufre terriblemente."
Jesús le dijo: "Yo iré a sanarlo."
El capitán contestó: "Señor, ¿quién soy yo para que entres en mi casa? Di no más una palabra y mi sirviente sanará.
Pues yo, que no soy más que un capitán, tengo soldados a mis órdenes, y cuando le digo a uno: Vete, él se va; y si le digo a otro: Ven, él viene; y si ordeno a mi sirviente: Haz tal cosa, él la hace."
Jesús se quedó admirado al oír esto, y dijo a los que le seguían: "Les aseguro que no he encontrado a nadie en Israel con tanta fe.
Yo se lo digo: vendrán muchos del oriente y del occidente para sentarse a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los Cielos,
mientras que los que debían entrar al reino serán echados a las tinieblas de afuera: allí será el llorar y rechinar de dientes."
Luego Jesús dijo al capitán: "Vete a casa, hágase todo como has creído." Y en ese mismo momento el muchacho quedó sano.
Jesús fue a casa de Pedro; allí encontró a la suegra de éste en cama, con fiebre.
Jesús le tocó la mano y se le pasó la fiebre. Ella se levantó y comenzó a atenderle.
Al atardecer le llevaron muchos endemoniados. Él expulsó a los espíritus malos con una sola palabra, y sanó también a todos los enfermos.
Así se cumplió lo que había anunciado el profeta Isaías: Él tomó nuestras debilidades y cargó con nuestras enfermedades.
sábado, 26 de junio de 2010
La Lectura del Dia.
9:16 p. m.