Julio Vasquez.

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sábado, 7 de julio de 2012

El caso de mi hijo Jordy: una tarea para criminólogos y psicólogos

Toda sociedad civilizada y debidamente organizadas sus instituciones, se supone integrada por hombres y mujeres que ejecutan sus actos conforme a la Constitución y las leyes, y quienes se colocan al margen del ordenamiento legal están obligados a expiar sus culpas. 2.- En el curso de su vida, un ser humano puede, en un momento dado, violar la ley penal, y en semejante caso la sociedad, por medio de los organismos judiciales, se comporta tolerante y le impone a ese delincuente primario una leve sanción como forma de escarmiento. 3.- Pero si esa misma persona vuelve, nuevamente, con un acto impropio suyo a violar la ley penal, entonces la sociedad ha previsto para ese tipo de ciudadano, un trato diferente a como lo hace con el delincuente primario; lo sanciona con drasticidad, lo envía a un centro carcelario con penas más fuertes, para que se reeduque y luego se integre al medio social como un ser nuevo, posiblemente ya arrepentido. 4.- Pero en el hipotético caso de que ese reincidente, a quien la justicia penal, en nombre de la sociedad, ha enviado a la cárcel para su reeducación y posterior reinserción, desde el mismo recinto carcelario paga a una asociación de asesinos por encargo, para que organicen y ejecuten a un ciudadano honesto, decente y limpio, entonces la sociedad ya se siente perturbada, atolondrada, desarmada porque tiene en su seno a un peligroso delincuente, a un desadaptado social, con el cual no sabe qué hacer, ya que está en presencia de un peligro público. 5.- En nuestro país se destacan hombres y mujeres laboriosos, solidarios y apegados a las normas del buen vivir, pero no podemos engañarnos. La sociedad dominicana no es homogénea, al lado de aquellos seres humanos virtuosos, también los hay malvados, que han demostrado con su comportamiento que no tienen espacio en el medio social dominicano. 6.- En todo ordenamiento social debidamente organizado, una vez que aquellos que están al frente de los organismos de seguridad pública y la administración judicial, comprueban que el comportamiento de un delincuente se presenta como la excepción al de los demás, entonces deben tomar iniciativa requiriendo de los profesionales con especialidad en el estudio de la conducta humana, el examen de esa persona delincuente que se ha comprobado ejecuta acciones ilegales penales desusadas e infrecuentes, y su peligrosidad crea intranquilidad, desazón, sobresaltos y tensión permanente en la comunidad. 7.- Es posible que los más brillantes criminólogos y Psicólogos de nuestro país no se han detenido a analizar que nuestra sociedad aloja en su seno a una persona de holgada posición económica, de alto nivel educativo y fina inteligencia, cuya conducta para delinquir debe ser profundamente analizada, porque sus cálculos para la ejecución de una diversidad de delitos, en distintas etapas de su vida y contra víctimas de sexos diferentes lo hacen un delincuente atípico. 8.- Con el razonamiento anterior no quiero llamar a hilaridad ni alarmar a nadie, sino que me he puesto a pensar que si no expongo públicamente lo que ahora creo, mañana pueden llegar a ser víctimas, de ese delincuente atípico, otras familias del país, como lo ha sido la mía ahora. 9.- Para que se comprenda de dónde parte mi inquietud en torno al delincuente atípico al cual he hecho referencia, lanzo la siguiente idea ya sostenida en hechos comprobados. Veamos. En los anales de la historia de la jurisdicción penal de nuestro país no se conoce el caso de que una misma persona, en distintas etapas de su vida, haya estado procesada, acusada o condenada como estuprador, torturador, feminicida, piromaníaco, fratricida, y reincidente en pagar sicarios para asesinar a más de una persona. 10.- Los criminólogos y psicólogos del país harían un buen servicio a la sociedad dominicana, y en particular al servicio judicial en la jurisdicción penal, si con mucha prudencia, sin estridencia, y con el mayor sentido de profesionalidad hacen un estudio profundo de la persona y de lo ha sido el comportamiento del señor Adriano Román, por lo menos durante los últimos cincuenta años de su vida. 11.- Es posible que en el país existan cientos de profesionales del derecho que tengan igual o mayor tiempo que yo ejerciendo el oficio de abogado en la materia penal, pero estoy totalmente seguro que ninguno ha sido testigo, o tiene experiencia, de conocer un delincuente que sea a la vez estuprador, torturador, feminicida, piromaníaco, fatricidad y pagar en distintas ocasiones a sicarios para ejecutar personas diferentes, incluyendo una víctima desde un recinto carcelario. 12.- La agitada vida que lleva hoy la generalidad de lo que se llama pueblo dominicano, no le permite analizar detenidamente toda una serie de fenómenos nocivos que ocurren en sus propias narices. Pero hay que hacer un alto en el camino y comprender que cuando la sociedad llega a un grado tal de descomposición, en ella se ve de todo, desde lo más absurdo hasta lo más abominable y despreciable, como es el caso de aquel que hace de la burla al orden judicial una forma de comportamiento habitual, ordinario y común; aquel que lleva a la comunidad donde vive a aceptarlo como habituado al delito, acostumbrado a delinquir, cursado con la criminalidad y, finalmente, hace de la frecuencia y familiaridad criminal una guía del atentado contra la vida y seguridad de los hombres y mujeres de bien. 13.- Ninguna sociedad puede vivir a merced del crimen, atemorizada por un antisocial, arrodillada ante la criminalidad organizada, sumisa ante quien impone el miedo colectivo porque paga para matar, en fin, los hombres y mujeres de bien, que son los más, no pueden guardar silencio ante quien ha demostrado que no cuadra compartiendo con los miembros de la sociedad que luchan para levantar familias dignas y honradas, y que luego mañana venga un tradicional, habitual y fogueado en la muerte por encargo, a pagar a un sicario para que asesine a un hijo o una hija de una familia laboriosa y respetuosa. 14.- Para mí sería una satisfacción que aquellas personas que tengan la posibilidad de leer este trabajo, expongan por escrito su criterio al respecto, sin lanzar palabras hirientes u ofensivas contra el señor Adriano Román. Lo que persigo es conocer el sentir de la sociedad, de lo mejor de nuestro pueblo, con respecto a algo que, en una u otra forma, nos afecta a todos. Autor: Ramón Antonio- Negro- Veras