2Cor 11, 1-11
¡Ojalá me aguantaran algunas tonterías! ¡Claro que las aguantan!
Estoy celoso de ustedes, y son celos de Dios, pues los he ofrecido a Cristo como una joven virgen a la que yo he desposado con el único esposo.
Y mi temor es que la serpiente que sedujo a Eva con astucia, podría también pervertirles la mente a ustedes, para que dejen de ser sinceros con Cristo.
Ahora vienen a predicarles a otro Jesús, no como se lo predicamos, y les proponen un espíritu diferente del que recibieron, y un evangelio diferente del que abrazaron. ¡Y lo aceptan sin dificultad!
Sin embargo, no creo ser inferior en nada a esos superapóstoles.
¿Que mi oratoria deja mucho que desear? Tal vez; pero no mi conocimiento, como se lo he probado ya de mil maneras y en cualquier asunto.
¿No habrá sido mi pecado el haberme rebajado para que ustedes crecieran? Yo les he entregado el Evangelio sin cobrarles nada.
A otras Iglesias despojé, recibiendo de ellas el sustento para servirlos a ustedes.
Cuando me encontraba entre ustedes y estuve necesitado, no molesté a nadie, sino que los hermanos venidos de Macedonia me dieron lo necesario. Me cuidé de ser un peso para ustedes, y todavía me cuidaré:
ahí está mi desafío, y se lo digo por la verdad de Cristo que está en mí, nadie en la tierra de Acaya me igualará en este punto.
¿Por qué? ¿Acaso porque no los amo? ¡Dios lo sabe!
jueves, 18 de junio de 2009
La Lectura para Hoy.
8:43 a. m.
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