Julio Vasquez.

Radio Renacer

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jueves, 31 de marzo de 2016

¿Para qué resucita Cristo?

Aparentemente, hablar de resurrección en la actualidad resulta obsoleto, utópico para los que se encuentran sumergidos en la inmediatez, presos en lo corpóreo, limitados para los que se aferran a lo calculable. Tanto es así, que a estas personas les parecería insólito pensar en una vida sobrenatural. Porque para la mentalidad popular, es más realista guiarse por el “aquí y el ahora”. Dirigir sus movimientos a satisfacer necesidades fugaces, caprichos personales; centrar todo el ser a “disfrutar y gozar de la vida”.  
    
El ser humano ha detenido su mirada en lo terrenal, ignorando de este modo, lo espiritual. Esto ha sucedido, porque la vida material nos consume, provoca agitación, reduce la existencia a lo palpable. Por consiguiente, el pensamiento abstracto, en un ambiente dominado por la economía, queda anulado, colocado entre paréntesis, y con él también, todo lo que implica sentimientos, valores, virtudes, etc. En otras palabras, todo lo que no sea medible, controlable y útil desde el punto de vista práctico, comienza a ser desfasado, borrado lentamente de la vida individual y social de las personas. 
    
En este ambiente capitalista,  inmerso en una sociedad que “codifica a los seres humanos”, donde a las personas ya no se les trata como “sujetos” sino como “objetos”, Cristo vuelve a resucitar. El Hijo de Dios aparece nueva vez, y sin importar en la circunstancia funesta en la que nos encontremos, sale de la tumba para ofrecer esperanza y salvación para todos. Pues, Cristo conoce el corazón de cada persona, entiende las penas y los sufrimientos que se alojan en lo más profundo del interior. Abre sus abrazos para entregar su caridad, para transformar la cultura de la muerte en una revolución de vida y fortaleza.
   
Cristo viene a llenar nuestra vida de pensamientos sólidos, a restaurar el modo de ver las cosas y a hacernos conscientes de lo que significa “vivir”, “ser feliz”, “sentirse realizado”. No resucitar para traernos un mensaje desencarnado de la realidad presente. Al contrario, aparece glorioso, lleno de majestad, para mostrarle al mundo entero, que su propia vida, es el signo más extraordinario que puede regalar a una humanidad que sufre, a un planeta que se ve amenazado por el terrorismo, por la desigualdad social, por la emigración masiva de personas sin techo, por el rechazado a todo simbolismo religioso. En fin, Cristo trae novedad y originalidad para dejar el pesimismo a un lado y aprender a ser optimista. 
    
Mientras el mundo se pregunta por la utilidad de las cosas y luchando por crear un nuevo ser humano centrado únicamente en lo estético, Cristo trasciende los planes humanos. Nos ofrece algo más que comida, bebida, o una vida que se esfuma con el tiempo. No se detiene en las funcionalidades pasajeras de la existencia, en cuantificar las acciones.                     

Cristo abre horizontes, ama y se entrega. En vez de dar “algo”, se da completamente. Se convierte en la razón fundamental que mueve a todos los cristianos cada año a celebrar su resurrección. 

Luis Alberto De León AlcántaraLuis Alberto De León Alcántara