Julio Vasquez.

Radio Renacer

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lunes, 17 de agosto de 2015

“Alabado seas, mi señor, por la hermana nuestra madre tierra”

El título de esta pequeña entrega corresponde al “Cántico de las criaturas” de San Francisco de Asís, que nos lo recuerda nuestro Papa Francisco en el pórtico de su última encíclica “Alabado seas mi Señor”.
    
Es una encíclica que nos llega como llamada urgente a que hagamos conciencia de que nuestro planeta tierra es nuestra hermana porque está creada por Dios, quien nos creó a nosotros los humanos a su imagen y semejanza, y es madre nuestra porque en  este planeta es que “vivimos, nos movemos y existimos”, de esta tierra sostenemos la abundancia de vida regalada por nuestro Creador.
    
Y la encíclica del Papa es llamada urgente porque nos falta crear conciencia de que nosotros mismos nos estamos asfixiando, estrangulando, por la poca responsabilidad que gran parte de los humanos tenemos frente a la madre tierra.    Queremos de ella el agua, pero secamos nuestros ríos, talamos los árboles, quemamos grandes extensiones de los mismos y las especies de animales, reptiles,… que habitan en esas áreas, sabemos de las irresponsabilidades ante las toneladas de basuras producidas por nosotros mismos, el ruido ensordecedor, los carteles de anuncios y no digamos de los carteles de la politiquería irresponsable, no cuidamos nuestro sistema pluvial y no digamos de las construcciones no planificadas en cuanto a que en un espacio o solar en donde existía una casa donde vivían seis personas, se levantan los grandes edificios sostenidos por las mismas calles, el mismo sistema de agua, cloacal,…
    
Me impresionó que la semana pasada estuve por Jarabacoa, Constanza, y el río  Yaque, aquella inmensa corriente de agua cristalina de dos años atrás, hoy se puede cruzar a pie sin ningún temor de ser arrastrados por lo que fueran aquellas inmensas corrientes de agua natural, fresca y cristalina.
    
Por eso nuestro Papa nos grita que esta hermana tierra clama a nuestra conciencia por el daño que le estamos causando por el uso irresponsable y por el abuso de los bienes que Dios nos ha regalado a través de nuestra madre tierra, y este abuso lo enfoca desde la violencia que hay en nuestros corazones, violencia porque nos vamos creyendo que somos los propietarios y dominadores solamente para explotarla y no para cuidarla, mimarla, conservarla y extenderle la vida, pensando en las generaciones futuras.
    
Y sentimos los efectos de la sequía en nuestro país y en nuestro Santiago. Efectos de la escasez de agua y de energía eléctrica, sabiendo que el problema energético es un abuso de las autoridades irresponsables, que en tantos años, por negociar pecaminosamente con la misma energía eléctrica, han creado negocios personales y empresariales, sin importarles que en nuestro país sea un milagro el tener la energía eléctrica y el agua potable como debe ser, por lo que son dos de los servicios más caros en el hemisferio.
    
Por eso proclamo desde nuestra Parroquia “Corazón de Jesús” de Los Jardines Metropolitanos, que no piense ningún politiquero querer cosechas electoralmente lo que no ha sabido sembrar en tantos años, más bien han ido secando el verdor y color de Los Jardines con la irresponsabilidad ante las cloacas, calles, basura, iluminación, delincuencia,…
    
Por eso nuestro Para Francisco nos invita a la conversión ecológica partiendo de la riqueza espiritual cristiana, espiritualidad que nos habla de alimentar esa pasión en el cuidado de nuestro planeta, que surge desde esos motivos interiores que alimentan e impulsan a la responsabilidad personal, familiar y comunitaria, a tener compasión y pasión por nuestra madre y hermana tierra. Conversión que se expresa en esa comunión responsable con todas las creaturas de la creación, porque en definitiva somos hermanos porque hemos surgido del corazón creador amoroso del único Padre Dios.
    
Quieran Dios y los gestores de nuestra Restauración, que la conversión ecológica abrace  nuestros corazones y los corazones de los responsables gubernamentales, para mantener y motivar la responsabilidad en el cuidado de nuestra tierra.

Serafín Coste Polanco